A veces las palabras se vuelven contra nosotros de una manera que resulta cruelmente irónica. No hace una semana os estaba diciendo que el 26 de noviembre era para mí el día más hermoso, blablablá... Bueno: a partir de ahora siempre irá precedido del 25, y el recuerdo del 25 de noviembre será siempre una terrible sombra en nuestra vida. Porque ese día ocurrió el accidente, y en él ha perdido la vida alguien que era más que una amiga para nosotras.
No sé si podré ser coherente al contarlo. Necesito escribirlo porque los recuerdos acuden amontonados y quisiera saber ordenarlos. Imposible. Innecesario también, por otra parte.
Cumplió veinticinco años el 6 de septiembre. Cuando la conocí, tenía dieciséis; yo, treinta y siete. Su hermano David era el mejor amigo de Anais, se pasaban el día juntos, en mi casa o en la suya, y su madre, a raíz de aquella amistad, intimó conmigo y teníamos largas charlas en aquellas tardes lentas y tranquilas.
Azahara fue entrando en mi vida poco a poco; primero, como amiga (casi cuñadita) de Anais, aunque le llevaba cinco años; después, nuestra amistad se hizo íntima, fuerte. Cuando supo que me iba a separar (se le escapó a David, a quien se lo dijo Anais, aunque yo le había pedido que no dijera nada, pero la pobrecita tenía que compartir aquel palo con alguien), Azahara vino a mi casa, diciéndome sin venir a cuento que me quería mucho, que podía contar con ella para todo... La miré y le dije: Te lo ha dicho Anais. ¡Tontita mía, se le escapó aquella sonrisita culpable que nunca olvidaré! Pero fue el hombro sobre el que lloré, y prácticamente se trasladó a mi casa, cuando mi ex se iba a sus visitas "prohibidas": venía conmigo cada día al mercadillo para que no me quedara sola, me hacía reír, comíamos las tres juntas, dormía en mi casa... Como un compañero de batalla, como un soldado, sentó plaza junto a mí.
Con el tiempo... empecé a salir, ella me llevó a los bares de copas del pueblo, a veces íbamos a bailar, otras veces a tomar algo y a jugar al billar. En casa, las tres -Anais, Azahara y yo- compartíamos tardes de risas y charlas, aventuras y desventuras, mis comidas le encantaban... Muchos lunes -eran mi día de descanso en el mercadillo- se presentaba por la mañana con un kilo de costillitas "para que las cocines como las haces tú"... y ya todo el lunes estábamos juntas, las tres, las Píu...
¿Por qué "las Píu"? Un día le comenté que me gustaría hacerme unas mechas, pero, claro, la economía...
-Yo te las hago, yo sé.
-¿De verdad? Pues compro el decolorante y me las haces -yo tan inocente, vaya.
¡¿Que sabía hacerlas?! ¡Me dejó la cabeza como un nido de paja! ¡Sólo la coronilla, ésa era su idea de hacer mechas! Yo me miraba al espejo y le decía:
-Azahara, que casi veo ahí a los pajaritos diciendo pío pío pío...
Y ella, en lugar de sentirse culpable por el desaguisado que me había apañado, se mondaba, y con la música de la Abeja Maya (
en un país multicolor...) me cantaba:
-Ay, píu píu píu píu...
Y a partir de entonces, cuando nos veíamos en algún lado al que no hubiéramos llegado juntas, se oía de lejos:
-¡Píííííuuuuu...!
-¡Píííííuuuuu...!
Y todo el mundo andaba intrigado por aquel mote a tres, porque Anais fue también "la píu chica" para ella.
Mi Píu estaba loquilla perdida. Yo le reñía en plan madre... pero ella sabía que no iba a traicionar ninguna de sus confidencias, y me contaba... ay, Dios. Nos volvía locas. Su madre se lamentaba de sus locuras, yo intentaba mediar entre las dos... muchas veces lo conseguía, otras... pues, no.
Pensábamos que algún día seríamos de verdad familia: David y Anais, tanto tiempo, tanta amistad, hasta ese primer beso romántico que no se olvida jamás. Yo quería a David tanto, le quiero tanto, él a nosotras también, aunque ya aquel amor de niños sólo queda en el recuerdo y los dos tienen sus parejas.
Fue con Azahara con la única persona con la que he dejado de hablarme un tiempo. Tuvimos una discusión por teléfono, le dije que iba a cortar porque no quería decir cosas de las que luego me arrepintiera... Aquella misma tarde nos encontramos en la calle, con otras amigas, y ella no me habló. ¡Ay, me hizo gracia! Me pareció un juego de niñas, y entré en él como... un juego, claro. Durante cuatro meses no nos hablamos, ni ella les hablaba a la mayoría del grupito con el que solíamos reunirnos, un extraño grupo en el que había gente de todas las edades, desde catorce hasta cincuenta años, y a pesar de eso nos llevábamos todos muy bien y nos reuníamos en el bar del parque todo el verano.
Luego, un día, ella me mandó un sms loco. Yo estaba acostada y lo leí: "deja de malmeterle a mi hermano", decía. Me levanté disparada, medio dormida pero alterada porque jamás, jamás, se me habría ocurrido decirle a David nada contra ella, y ella tendría que saberlo porque me conocía lo bastante.
Llamé a su casa, quería hablar con David, preguntarle... pero se puso Aza.
-Azahara, ¿está David?
-Está acostado.
-Es que... me has mandado ese mensaje... y tú tienes que saber que nunca le he dicho una palabra sobre ti a tu hermano, ni a nadie; que tú y yo no nos hablemos -¡qué paranoia!- no quiere decir que me haya olvidado de todo lo que hemos vivido juntas...
-Ya lo sé, Píu, si mi hermano no me ha dicho nada, es que estaba enfadada y quería putearte... -me contestó, tan directa.
-Ah, vale, bueno... pues algo sí que me has puteado, porque estaba dormida ya.
-¿Y Anais?
-Pues dormida también.
-Ah... Y... ¿cómo te va?
-Buenoooo...
-¿Y el mercadillo?
-Ahora vendo también calcetines.
-¿Sí? ¿De cuáles?
Empecé a contarle un poco de lo que se vendía de nuevo. Era alucinante, cuatro meses de "enemigas" y ahora estábamos hablando por teléfono, tan relajadas, como antes.
-Oye, ¿y esta noche no vas al bingo? -le pregunté de pronto, porque los jueves a medianoche había bingo en el Badawi, y antes íbamos juntas a veces y luego echábamos un billar, o bailábamos un poco, a nuestra bola.
Tiempos muy locos pero inolvidables.
-No, si mis amigas son muy sosas y no quieren ir. ¿Y vosotras?
-Tampoco, como mañana hay colegio y mercadillo...
-Qué pena, con lo bien que tiene que estar... ¿verdad?
Ay, ay, ay...
-¡Azahara -grité- ni se te ocurra!
-Venga, tía, no eres capaz... ¿Te imaginas las caras de todos cuando nos vean llegar juntas?
Me estaba subiendo una adrenalina... y unas ganas de reír...
-Qué va, loca...
-Me visto y voy para tu casa.
-¡Píuuuu... nooooo!
Anais estaba dormida. Yo no iba a irme a ninguna parte dejándola en casa, eso era seguro. Pero cuando la voz de Azahara resonó por las paredes, se levantó como alucinada, diciendo:
-¿Azahara? ¿Está aquí Azahara?
Y al cabo de una hora... sí, estábamos las tres en el bingo. Era como un sueño. ¡Nos habíamos añorado mucho! No dormimos en toda la noche, hicimos tostadas y huevos revueltos, lloramos, reímos, recordamos...
Fue una noche memorable que volvíamos a recordar cada vez que nos reuníamos, después, al cabo de los años.
Porque en 2007 ellos se fueron a vivir a Algeciras y ya sólo nos veíamos una o dos veces al año, aunque cuando había ofertas de llamadas las aprovechábamos para hablar, hablar y hablar.
Recuerdo un día que nos fuimos las tres a Córdoba, a pasar la mañana en plan "guiri", haciéndonos fotos, y a comer después a un buffet chino. Al volver, en el autobús, le comenté:
-Ya tengo hambre otra vez, eso es lo que pasa con los chinos. Me comería ahora mismo otro rollito de primavera.
-Yo me acabo de comer uno, ¿quieres? -me contestó la muy locuela, y mientras lo decía sacaba de su enorme bolso uno de los rollitos de primavera ¡que se había traído del buffet!
¡No pude ni reprenderle, por el ataque de risa que me dio!
Ahora estaba en una Escuela Taller de Jardinería Forestal. Fue en un punto negro de la carretera de Pelayo. Su coche fue alcanzado por detrás. Era mediodía. A la conductora -ella, nuestra Píu- la sacaron los bomberos. Muerta.
No me lo creo; sé que sí, pero no consigo creerlo, sólo que no puedo dejar de recordarla, sin pena, no consigo sentir tristeza ni dolor, sólo acordarme de las mil cosas que vivimos juntas. Como si fuera a verla de pronto, o a mandarle un sms: "píu, no hago más que pensar en ti, píu rizá, te echo de menos" Y esperar su respuesta, o, si no tiene saldo, al menos un toque...
La enterraron el domingo. No fui. Podía haber ido, y quizá empiece a sentirme mal por no haberlo hecho. Pero no quiero comprender que está allí, porque todavía no me duele, porque me parece como si estuviera ahora aquí, en Villafranca, en casa de alguna de sus amigas, y luego fuera a pasar un momento por mi casa, con su melena rubia, rizada, sus ropas de colores "cantosos", como ella decía (para mí, Azahara es fucsia y el olor delicioso de su colonia), con su voz alta, un poco ronca, a lo mejor para decirme, antes de traspasar el umbral de mi puerta:
-Píu, no me "regruñas", ya está, he hecho una locura, pero es que me apeteció...
Y yo a poner cara de "¡horror! ¿Qué has hecho ahora?", y ya pasa, y se tira en el sofá, y me cuenta... lo que sea. Sí, una locura, Píu, yo te mato.
No, no puedo. Ya... se ha matado.
Porque vinieron tres de los amigos de "entonces". Mi niño Sergio, del blog La Talega, ¿lo conocéis quizá?, Zahira y Reme, y no recuerdo, esas cosas se entremezclan, Reme traía una cara muy, muy rara. Sergio me dijo: "Traemos una noticia muy mala". Reme se puso a llorar.
Era la tarde del viernes 25. Anais y H. ya estaban en casa para dormir aquí y pasar juntos el cumpleaños. Estábamos arreglados (Anais me había dejado sus botines de tacón, qué mal recuerdo ya) para ir a tomar algo, por salir alguna vez un poco. Qué ilusos. Yo les había dicho, al abrir: "nos pilláis de milagro,nos íbamos a La Aduana", y luego entraron, y Reme se echó a llorar, y Zahira dijo: "Azahara ha tenido un accidente", y yo ya sabía que no, pero pregunté: "¿Está muy grave?" y Zahira denegó con la cabeza, y yo dije: "¿se ha matado?", o no lo pregunté, lo afirmé, y no puede ser, pero es. Reme decía "tiene que ser mentira", pero esas cosas nunca son mentira, y nos sentamos todos, o algunos creo que se quedaron de pie, y no sé qué dijimos, qué más da, aunque me gustaría saberlo para no estar intentando recordar cada palabra, sin conseguirlo.
Y luego, al rato, llamaron a la puerta, y era una vecina que venía a darnos la noticia... como se da a veces en los pueblos, con ese regodeo morboso que dan ganas de partirle la cara a quien te lo dice. Y se fue con la rabia de no haber sido la que contara la primicia, de no ver nuestras caras... Siento ser dura de pronto, está feo, pero juro que fue así. Comprendo que mataran a los portadores de malas noticias, sobre todo si la mala noticia para ellos sólo era un chismorreo jugoso más.
Ahora me parece injusto no estar sufriendo más. No puedo concentrarme en un libro, pero, si pudiera, me sentiría fatal porque ella no puede leer ya... aunque leer no le gustaba, no tenía paciencia... y sin embargo leyó mi novela y me mandaba sms: "voy por cuando..." "he llegado a...", y me hacía sentir orgullosa de que le hubiera interesado lo bastante para leerla hasta el final. También leía mis poesías (¡si ella vivió aquellos días de tristeza a mi lado, minuto a minuto!) y de vez en cuando cogía
Mi Primavera De Desamor y las leía en voz alta, fijaos, me admiraba porque me quería, mi Píu me quería mucho, y yo pude dejar de hablarle cuatro meses como un juego. Y ella me daba toques con número oculto, yo sabía que era ella porque era una manía suya, daba toques al chico de sus sueños con número oculto y colgaba antes de que contestara, yo no comprendía por qué... Y yo, cuando me daba tiempo, le cogía los toques, para que gastara saldo, por fastidiarla, igual que pensaba que ella me los daba por fastidiarme a mí... Y aquella noche, cuando hicimos las paces,me dijo: "yo esperaba a que descolgaras para oír tu voz", y aquello me hizo llorar porque ¿quién había hecho eso por mí nunca, llamarme sólo para oír mi voz? Mi Píu loca y bonita, mi torbellino fucsia, ¿por qué no puedo llorar por ti, con lo que me duele el corazón?
Y han pasado ya cinco días y sigo igual, aunque en el trabajo no tengo más remedio que pensar en otras cosas, pero sigo sin creerlo y casi sin poder llorar, sólo a ratos, ayer cuando hablé con su madre, Dios mío, mañana la llamaré otra vez, y recuerdo y sigo recordando, y sonrío porque eran cosas para sonreír, y la vida parece seguir como siempre pero ella no está.
No pude contestaros a loscomentarios por el cumple de Anais, puse una explicación contando esto. Gracias a todos los que vinisteis a felicitar a Anais; sí, comimos la tarta y estuvimos juntos, pero qué amargo fue.