
Nunca olvidaré las palabras con las que, por fin, contestó a mi pregunta cien veces repetida en aquellos días: "Pues sí, estamos enamorados". ¿Cómo pueden doler tanto cuatro palabras soltadas así, al amanecer de una noche insomne, mientras el corazón te golpea sin piedad en el pecho? Doler tanto y a la vez mostrarme, aparentemente, tan fría, tan serena. Le pregunté: "¿y qué piensas hacer?", él me contestó: "¿qué vas a hacer tú?", y yo ¿cómo iba a saber qué haría, si de pronto mi mundo se estaba derrumbando y no había ni un mal escombro que cayera sobre mí para quitarme el dolor, la responsabilidad, la certeza?
Eso sí: no supliqué. No por falta de ganas: me hubiera tragado todo el orgullo si hubiera habido una posibilidad de que él me amara... pero no puedes suplicar amor, no, porque el amor no se da a quien uno quisiera, sino que se da, y punto. Aquel "estamos enamorados" me rompía en mil pedazos el corazón, pero no había modo de borrarlo. Él tenía que irse con ella, y así se lo dije. No se fue... tardó un año, y ése fue mi gran error: permitirlo, no echarle a puntapiés, que es casi lo que tuve que hacer al final, y por eso sufrí durante meses lo que hubiera curado en semanas, por no saber "arrancarme su hierro de la herida".
El primer fin de semana que siguió a aquella conversación, él se fue a verla, a Málaga (cerquita de aquel mar donde habíamos vivido dos años, digamos, felices), y yo me quedé en casa con mi niña de doce años. Era marzo; llovía, llovía, llovía... Sentadas en el suelo de la salita, con las cabezas muy juntas, Anais y yo leíamos a Bécquer y de vez en cuando una lágrima caía sobre las páginas ya amarillentas de puro leídas. Sé que tuve una enorme suerte por tenerla a ella para compartir mi tristeza, para comprenderme, para leer, cantar y llorar conmigo. Sé que su cariño, su compañía y su compenetración tan total conmigo me salvó de mucha locura.
Aquel fin de semana escribí la primera de las poesías que, después, compusieron Mi Primavera De Desamor, un conjunto de poemas en los que volqué todo el dolor de aquellos días, tan lejanísimos ya en tiempo y sentir. Anais fue la primera en leerlo. Hoy, que llueve pero no es primavera, que el agua nos bendice en esta tierra de olivares, pensé que lo escribiría en el blog para compartirlo con todos vosotros, y hasta la mañana se me hizo más corta con la idea de rememorar un poquito aquí lo que fue y ya no es, porque todo se supera, todo pasa, y después de aquel dolor... volví a vivir, volví a enamorarme, volví a llorar y encontré a alguien con quien compartir la lluvia, el sol, el viento y la belleza de las noches.
MI LLUVIA
Gota a gota la lluvia se desliza
y en mis cristales, sin llamar, golpea.
Por mi ventana veo su llanto suave
que abraza mi silencio y mi tristeza.
Tú ya no estás; no estás más que en mis sueños.
Sé que tu cuerpo es ahora acariciado
por aquel sol que ya no veré nunca,
por aquel mar que al fin me ha traicionado.
Cae la lluvia y es mía, mía la lluvia.
Cae para mí, me arrulla, me enloquece.
Mis lágrimas se mezclan con las suyas
y mi tristeza, acompañada, crece.
Tú estás muy lejos; sé que donde estás
también caerá la lluvia en primavera.
Pero ésta que acompaña mi dolor
es sólo mía, la que ayer fue nuestra.
Una mañana gris, al levantarte,
gotas de agua besarán tu faz.
Y entonces mi recuerdo irá en un vuelo
y entre la lluvia, amor, me añorarás.
Allí tendrás calor, tendrás ternura,
tendrás besos de miel y de ambrosías.
Tu piel se fundirá con otra piel...
pero la lluvia es mía. Sólo mía.
Jana.
Gota a gota la lluvia se desliza
y en mis cristales, sin llamar, golpea.
Por mi ventana veo su llanto suave
que abraza mi silencio y mi tristeza.
Tú ya no estás; no estás más que en mis sueños.
Sé que tu cuerpo es ahora acariciado
por aquel sol que ya no veré nunca,
por aquel mar que al fin me ha traicionado.
Cae la lluvia y es mía, mía la lluvia.
Cae para mí, me arrulla, me enloquece.
Mis lágrimas se mezclan con las suyas
y mi tristeza, acompañada, crece.
Tú estás muy lejos; sé que donde estás
también caerá la lluvia en primavera.
Pero ésta que acompaña mi dolor
es sólo mía, la que ayer fue nuestra.
Una mañana gris, al levantarte,
gotas de agua besarán tu faz.
Y entonces mi recuerdo irá en un vuelo
y entre la lluvia, amor, me añorarás.
Allí tendrás calor, tendrás ternura,
tendrás besos de miel y de ambrosías.
Tu piel se fundirá con otra piel...
pero la lluvia es mía. Sólo mía.
Jana.