Esta entrada tenía que haberla hecho el día del libro, el 23, pero ya sabéis que ando últimamente arrastrando pereza para el blog, de modo que más vale tarde que nunca.
Sabéis también que llevo una temporada -como cada invierno- en la que no leo apenas, cosa increíble en mí, y, mucho menos, escribo. Desde aquella época apasionada, cuando acabé el trabajo en la guardería y me puse a escribir relatos -escribí tres, pero eso parece mucho cuando te está urgiendo y atacando día y noche hasta que los escribes y luego les corriges cien cosas-. Después me puse con la novela de Alba, otra vez con toda la inspiración que no podía hacer otra cosa, así estuve septiembre y parte de octubre. Comprensible, por tanto, que cuando dejo de escribir, no quiera ni pensar en ello, porque me queda el recuerdo de una gran felicidad, sí, lo admito, pero también la angustia creativa que no te deja ni mantener una conversación normal, ni concentrarte en la más sencilla de las películas, ni siquiera salir a dar un paseo sin tener que detenerte varias veces para apuntar algo "que me acaba de venir a la mente", que luego tengo el móvil lleno de notas raras que a veces ni yo misma comprendo.
Así que, entre la mano fastidiada (se curó con una filtración, hace ya un mes), la depre de mi pareja, mi propia depre, la casa llena de goteras de tal modo que hemos tenido que cambiarnos de dormitorio porque en nuestro cuarto corría el agua... pues eso, que no he dado un palo al agua.
Hasta hace unos días.
Primero fue un relato que me iba punzando, que tenía medio ideado desde el verano pasado, pero ahí estaba, en la nebulosa.
Después, mi prima, que me dijo que mis relatos siempre eran tristes y deprimentes. Eso me quitó las ganas de escribir el relato pensado, hasta que el subconsciente le fue dando giros y convirtiéndolo en algo más dulce, más esperanzador.
Y una vez escrito, se lo mandé a Anais -como siempre- y a mi vampirita Dawa, y ahí lo tengo, archivado. Quiero mandarlo a un concurso, a ver si tuviera suerte, pero no es hasta agosto. Es un concurso de un pueblo, nada muy importante, pero a mí me haría mucha ilusión porque para ese concurso escribí mi primer relato -
"La Hora Cero", que no ganó ni fue finalista ni nada, evidentemente- y eso me abrió las puertas a muchos buenos ratos que no son agobiantes como cuando escribo novela, que me absorben unas horas, un par de días a lo más, y luego ya me regalan el gusto de releer, buscar sinónimos, corregir la puntuación, cosillas que me entretienen sin agobiarme.
Así que, ya despierta de nuevo la vena creativa, estuve holgazaneando por Internet, mirando concursos en los que me gustaría participar pero que son "de lujo", así que no vale la pena ni intentarlo; leyendo convocatorias en las que piden un relato sobre un tema determinado, y eso despierta la imaginación y es como un reto. Así que, por fin, me puse: escribí un relato, busqué tema para otro, lo apunté, me pareció muy difícil, lo olvidé, escribí otro sobre el mismo tema que el primero...¡ puedo ser muy pesada, lo reconozco!, luego me río de ello pero soy capaz de batir el hierro cinco o seis veces con un mismo tema, y es mi pobre Anais la que lo paga, porque todo se lo mando a ella, a ver cuál le gusta más.
De modo que tengo escritos en este mes tres relatos de unas cuatro páginas, intentando no ser tan deprimente para que mi prima no se agobie, que está también pasando una racha muy mala y me gustaría contribuir un poco a animarla. Ahora estoy escribiendo uno a mi gusto totalmente, más largo, con un misterio entremedias, con un final inesperado... y hasta lo estoy dosificando para no acabarlo en un día, llevo ya dos y espero retenerme y no acabarlo hasta mañana.
Y, para lo que va la entrada: en escritores.org vi convocado un concurso de relato muy breve: máximo 500 palabras, o sea, una página. No es un microrrelato -nunca los he escrito, tendré que ponerme cualquier día- pero es algo cortito, como un juego, algo con lo que disfrutar y punto. Era por e-mail, otro punto a mi favor -y al suyo- porque no tienes que preocuparte de imprimirlo, que yo eso lo tengo peor porque tengo que ir a Córdoba a una copistería, ya que aquí me cobran un pastón por folio -cinco veces más que en Córdoba- y eso de tener que ir a la ciudad ya requiere mucho tiempo, organización, en fin, que no lo hago más que de higos a brevas.
Así que escribí... no uno, sino dos relatos -ya os digo que soy pesada-. El concurso lo convocaba la webb
www.mujeresmoteras.com , y el relato tenía que versar sobre las motos. ¿premio?: una camiseta y una mochila de
Mujeres Moteras. Los escribí, los mandé, y
voilà!:
Arriba está la mochila, que es ligera como una pluma, ya la he llevado adondequiera que he ido desde que la recibí el viernes. Y abajo está la camiseta, que la he fotografiado por detrás y con la manga doblada para que se vea bien el dibujo y las letras "pasión por las motos".
Si queréis verla por delante, y puesta, y con moto incluida, picad aquí:
Mujeres moteras. I concurso de relato breve.
y ahí mismo podréis también, si os apetece, leer el relato, "In Memoriam", y todos los demás relatos que participaron en el certamen. El siguiente, "Tres Chicas Gilmore", es también mío. De camino, echáis un buen vistazo a la webb
Mujeres Moteras y conocéis a Berta Doria, la promotora. Es simpatiquísima, hablé con ella cuando me llamó el día de San Jordi, a mediodía, para decirme que había ganado, y me hubiera quedado dos horas charlando con ella.
Sigo con un par de entradas pendientes, pero será para la próxima vez. Antes de despedirme, quiero avisaros a todos de que el 1 de mayo, en Córdoba, será la Batalla De Las Flores, que es algo digno de ver y en el que te diviertes muchísimo participando, recogiendo los claveles que te tiran desde las carrozas y tirándoselos de nuevo, en la más fragante y colorida batalla que podáis imaginar.
Y después, el concierto de Primavera de Radiolé, como todos los años. Entre otros, tocan Medina Azahara, La Húngara, Los Calis...
(Que sí, que sí, Ester, que ya mismo estoy haciendo la entrada con el premio Cani, que yo creo que a lo tonto, a lo tonto, me lo estoy ganando a pulso).
Total, que si tenéis posibilidades de venir, Córdoba en mayo es lo mejor de lo mejor, y tiene un olor especial e inolvidable que os marcará para siempre.
Así, ¿cómo no salir de la depresión del invierno?