Ya hace bastantes años que se puso de moda el Botellón. Dios me libre de hablar en su contra: comprendo perfectamente sus ventajas. Los mismos padres ya lo aceptan alegremente: si tu retoño va a emborracharse de todas formas, por lo menos que lo haga económicamente, que la vida está mu achuchá. Seamos prácticos aunque parezcamos cínicos.
(Inciso: recuerdo una canción que cantábamos de pequeñas jugando al corro, y que decía más o menos así:
San Antonio bendito,
dame un marido
que no fume tabaco
ni beba vino...
Se ve que San Antonio nos escuchó y solucionó rápido el problema: ahora los chicos fuman porros y beben whisky, el vino es demasiado cutre para ellos)

En el botellón, por tres euros te tomas tres cubatas, menos de lo que cuesta uno solo en cualquier bareto normalito; y si eres rapidillo -o una esponja- pueden caer hasta cuatro o cinco. Por la música no hay apuro: con el súper-mega-fashion bombo a toda pastilla puedes escuchar las últimas melodías tipo
"ay, súbete la farda, ay quítate la ropa" , etcétera, que a las chicas parece encantarles por lo requeteprofunda que es la letra, con ese mensaje nada subliminal.
(Nada que decir: para gustos, los colores. Yo bailaba "que se me ha muerto el canario" y tan feliz, cucha)

Pero como resulta que me tocó recoger los restos de la batalla cuando trabajaba aferrada a mi escoba, justo para la feria del pueblo, sí que he empezado a pensar un poquito más acerbamente. A cualquiera que se ponga con calcetines, zapatos de deporte, camiseta, pantalón largo (para no achicharrarnos con el sol ni pincharnos con objetos no identificados) y gorra, a los cuarenta graditos más sol del pleno julio de Córdoba se le debe disculpar con todo cariño que la amargura le ciegue.
Paso sin prejuicios por el Botellón -juventud, divino tesoro, adónde iremos a parar, etcétera-; yo también fui joven y me rebelé, como todos.
Paso porque los padres acepten pacíficamente una camada de cachorros alcohólicos sociales: yo también soy madre, y tuve que sujetar la cabeza de mi hija cuando vomitó sus tres primeros cubatas.
Paso porque si beben en el pueblo no conducirán más que unos metros: es un alivio para todos.
Pero ¿tengo que pasar también porque sean unos vándalos que se divierten repartiendo las botellas por todo el césped, cuanto más lejos del contenedor, mejor? ¿Tengo que pasar porque su distracción favorita, después de beber, sea comer pipas y tirar las cáscaras donde más difícil resulte barrerlas?
¿Debo aplaudirles por su generosidad al dejar -muy bien repartidas, eso sí, a más o menos dos metros unas de otras- botellas práctica y totalmente llenas de refrescos que ni se beben ni guardan para el día siguiente?
Vamos a ver, chicos: os quejáis de que ir de copas por los bares es muy caro, y yo os doy la razón con los ojitos cerrados; de que la cosa está mu apretá, y yo digo: que me lo cuenten a mí, que me he paseado con la escoba en la mano y la bolsa de basura cogida a la riñonera durante quince días por poco más de trescientos euros; de que "los que tienen" despilfarran y nosotros nos escoñamos (con perdón) por cuatro céntimos...
¡¡¡¿¿¿por qué ahora tiráis llenas las botellas de dos litros de coca-cola, seven-up o fanta???!!!
¡¿Por qué?!
Ah, perdón, no lo había oído: porque es papi quien te da el dinero para el botellón, claro. Es que si paga papi, ya no es lo mismo: el que despilfarra es él.
Pero, ¿por qué tiráis las botellas, vacías o llenas, lo más lejos posible del contenedor, en medio del césped, para que las del paro empleen tres horas en recoger lo que debería poder quedar limpio en una hora?
Pues claro, chico: porque mami -esa mami que hace unos meses también salió a trabajar sus quince diítas al paro- te dice:
-Yo ya tuve que recoger la mierda de los otros, ahora que la recojan ellas, faltaría más.
Y tú, ¿qué vas a hacer, obediente y no-pensante fruto de sus entrañas?
Si papi o mami te dicen:
-Que lo hagan las del paro, que para eso les paga el Ayuntamiento.
¿Cómo vas a contradecirles tú, que el día de Mañana -qué lejano, ni pienses en él- te quejarás muy cargado de razón de que ese mismo Ayuntamiento te fría a impuestos?
Si papi o mami te ordenan:
-Lleva el perro al parque, que el pobre tiene que hacer sus cositas...
Y tú vas alegre y felizmente a ver cómo hace caca el perro; a lo mejor te tapas la nariz y le dices: "¡qué guarro eres, Rocky!"; y el premio se queda ahí, humeante y oloroso, para que las del paro lo recojan mañana, y sin poder taparse la nariz porque en una mano llevan la escoba y en la otra el recogedor.
¡Si tendría que estar contenta de recoger esa caca de tu perro, porque el tuyo no es un chucho cualquiera, no, es un perro de marca, perdón, de raza! Él solito vale más dinero que el salario que va a cobrar la espabilá ésa del paro que no quiere dar un palo al agua.


Y además, que quienes lo dicen lo hacen con conocimiento de causa: desde que cumplen los dieciséis, todas las chicas del pueblo que se apuntan en la oficina del INEM (muchas lo hacen aunque sigan estudiando,
por si cae algo) salen aunque sólo sea una vez a trabajar en
el paro; son las novias, hermanas y madres de los chicos que hacen el botellón; son las mismas muchachas que el sábado se van también ellas de botellón, porque los domingos (a no ser que haya feria, como me coincidió a mí) no se trabaja en
el paro, sino que una señora del pueblo va a recoger la basura que sus jóvenes paisanos tienen a bien esparcir por ahí.
-Que trabaje, joder, que para eso le pagan...
: veinte putos euros cada domingo, sí.
¿Sabéis?: seguramente esa señora necesita mucho, pero mucho, esos veinte euros que cualquiera de vosotros se gasta fácilmente en un par de hamburguesas y una sesión de cine en la que sería inicuo que faltaran palomitas y chuches. Por eso mismo, claro, no podemos dejar la zona del botellón tan impecable que no sea necesario su trabajo. (Tranquilos, tranquilos: no hay peligro por ese lado). Aunque... quizá... si cada grupo dejara juntitas y apiñadas todas las botellas, vasos y bolsas de plástico que se han usado por la noche tan alegremente, ni siquiera en una papelera, sólo todas juntas, al lado del banco en que os habéis sentado... las tres o cuatro horas podrían reducirse a la mitad.
Pero ¡¿qué sacaríais vosotros con eso?!

Nada. Absolutamente nada. A no ser que tengáis una mínima conciencia social, un granito de espíritu de solidaridad, un minúsculo pensamiento para el prójimo que quizá mañana puedas ser tú. O tu madre. ¡O tu hija!

Recoger los restos del divertido botellón no es divertido. Se te borra la sonrisa. Se te quitan las ganas de cantar. Empiezas a sentirte muy, pero que muy alejado de la juventud.
Te incorporas un momento con la mano en la cintura dolorida, soplas hacia arriba para refrescarte un poco la cara, miras a tu alrededor y te dan ganas de llorar.
Después vuelves a agacharte, recogiendo botellas y cristales rotos, y sin proponértelo, vas llegando a un estado de indignación en el que de pronto te encuentras al mando de un pelotón de guardias civiles, y les ordenas:
-¡Rápido! ¡Desplegaos por sorpresa, rodeadlos, que no escape ni uno!
Es gratificante. Puedes ver el círculo de guardias civiles cerrándose en torno a los incivilizados barbilindos; los bigotes de los miembros de la Benemérita enhiestos de gomina y severidad... Y escuchas:
-¡A ver, que no se mueva ni la pata de una hormiga! ¡Vosotros, todos:
A RECOGER!

Probablemente algunos ya no puedan dar ni tres pasos sin trastabillar, pero recogen, ¡ya lo creo que recogen!: todas las botellas juntas, en fila; todas vacías, para que las bolsas no pesen toneladas al tener que llevarlas hasta el lejanísimo contenedor; ni una bolsa de plástico al viento, ni un puñado de cáscaras de pipas, nada. ¡Qué limpio todo! ¡Qué paz!
Hasta los bigotes de los agentes caen, relajados...
Porque... ¿multas? Hay quien rechina los dientes al ver el espectáculo de la zona del botellón a la grisácea luz de la mañana siguiente y propone aleccionadoras multas a los
botelloneros. Pero es inútil: la gran mayoría son ni-ni, o sea que la multa la va a pagar papá, que gruñirá y tal, pero ni siquiera exigirá, a cambio, que le laven el coche o que frieguen los platos de todos durante un mes. Ahora los padres ladran, pero no muerden. Y a los ladridos se acostumbra uno enseguida, o te plantas el mp3 y ya no oyes nada que no te apetezca oír.
Iba yo pensando -mientras el sudor me escocía en los ojos y mi botellita de agua se calentaba hasta el punto de ebullición- que tal vez fuera buena idea crear un nuevo empleo en el pueblo. Sólo para los sábados, para que la señora de los domingos no pierda sus ingresos: una pareja de chicos -chica y chico- de los acaban de cumplir dieciséis (de los que van al botellón, justamente), cada sábado, a partir de las ocho de la mañana, invierno o verano, da igual, lo que toque, para recoger el botellón. Trabajo Social Obligatorio: no te lo va a hacer tu mami ("angelito, mujer, si llegó a casa a las cuatro, cómo le iba a levantar, me dio pena"), ni tu papi podrá pagar a "alguna más necesitada" para que lo haga en tu lugar.

Seguramente al año tocaría tres o cuatro veces: os juro que, sólo con una, bastaría para concienciarse. Os lo digo yo, que lo he vivido en mi piel.
¡Ojalá los Ayuntamientos tomaran nota de esta idea! Puede que alguno ni por ésas se mentalice, pero siempre estará por allí cerca otro que le diga: "¡eh, tío, cuidado con lo que tiras, que mañana me toca a mí!". Y a lo mejor añade: "¡Te parto la cara!"
(A veces es hasta relajante amenazar con recurrir a la violencia).
Y cuando oigáis: "tíralo ahí mismo, va, que hay que dar trabajo a las barrenderas", pensad esto:

Para dar trabajo a las barrenderas ya están los árboles, que nos dosifican sus hermosísimas hojas doradas dulcemente, sin prisa pero sin pausa; o el viento, que juega a soplar justo cuando acabas de reunir un lindo montoncito y vas a buscar el recogedor...
No os preocupéis por las barrenderas: tienen trabajo, no necesitan para eso de vuestra colaboración.
De vuestra empatía, de vuestra solidaridad, en cambio, sí: todos lo necesitamos, si queremos,
MAÑANA, tener aunque sea únicamente nuestro inalienable derecho al pataleo.
Firmado: La Bruja de la Escoba.