miércoles, 15 de junio de 2011

FIRMADO: LA PERDEDORA

                              (para Anais, mi niña impaciente)

No esperaba esta llamada tuya. Después de lo que te dije, y de mandarte al infierno, no pensaba volver a saber más de ti.
Si es que ya no podía más, Carolina, entiéndelo. Son muchos años de escuchar tu repetida frasecita: “eres una perdedora, Elenita”. ¡Te pasabas treinta pueblos, día a día!
Ya desde el colegio, tú siempre la rubia guapa, la que sacaba buenas notas sin estudiar, y yo la empollona fea. Tú, la cigarra; yo, la hormiga. Cuando repartían los exámenes corregidos y yo me quedaba perpleja mirando las notas, me tirabas de la trenza y decías: “no lo pienses más, eres una perdedora. ¡Pero aquí estoy yo para brillar por las dos!”
Lo decías tan cariñosamente que no me atrevía a decirte: “Pero si has copiado de mí… ¿cómo puedes sacar mejores notas?” Porque, además, sabía el motivo: a ti te preferían tanto los profesores como los compañeros. Tú eras la adorable Carol, la chica diez.
De adolescentes todo siguió igual. Los chicos iban detrás de ti con la lengua fuera y yo te esperaba en la esquina de tu casa para que me contaras adónde habíais ido, qué habíais hecho. Te invitaban, te cortejaban, y tú te dejabas querer, estrenando mi ropa nueva y con el pelo planchado por mí.
Yo contestaba por ti las cartas de Daniel, el amor de mi vida, el que luego se casó contigo. Claro que nunca te dije que estaba enamorada de él… no por evitar que te sintieras culpable (¿tú, sentirte culpable?), sólo para no oír, otra vez, de tus labios, la frasecita que tanto me iba fastidiando ya.
Anoche, cuando te dije, con mil rodeos, que desde que os divorciasteis Daniel había empezado a buscarme, que lo íbamos a intentar… no te enfadaste. No gritaste. Sólo reíste a carcajadas, sin dejar de acariciar la cabeza de tu yorkshire enano, y me dijiste: “Ni lo sueñes, Elenita gordita… siempre serás la perdedora”.
No pude contenerme. Te grité todo lo que pensaba, solté el dolor de cada día de estos treinta años, y te mandé directa al infierno.
Por eso, cuando me llamaste, llorando, que te había atacado un gigantesco desconocido, tuve que darte la razón: soy una perdedora. Cuando volví a tu casa de madrugada y golpeé, golpeé y golpeé, creí que era tu cabeza la que machacaba.
Nunca me dijiste que metías en tu cama al pobre Boby.

                                                       Jana






13 comentarios:

  1. Es lo malo de guardar interiormente el dolor, cuando lo sueltas vomitas toda la hiel contenida,
    pero...quien sabe que es lo adecuado a cada situación.

    aunque esta situación es más común de lo que parece.

    Saludos desde El Bierzo.

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  2. Eso de ser siempre una segundona sienta fatal, ¿verdad?
    Saludos para El Bierzo desde el calor de mi tierra andaluza. ¡Pero tengo montones de flores!

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  3. Cuando naces perdedora, fallas siempre. Pobre Boby.

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  4. Muchísimas gracias por tus palabras, sin duda, las más alentadoras que me han dedicado hasta el momento. Por ti, y por aquellos que como tú y como yo amamos las palabras y las hermosas melodías que con ellas podemos componer, continúo con mi blog, porque sé que merece la pena, y porque me ayuda a seguir adelante, a no caer en la locura y la perdición de las masas... Muchas gracias por pasarte, y cuenta con mi presencia por aquí, tus líneas son inspiradoras y, esta entrada, me recuerda a mí hace unos años (creo que todos nos hemos sentido segundones en algún momento, puede que sea porque siempre hay alguien mejor que tú en todo. Pero prefiero no pensar en que hay gente que me supera en ciertas cosas, pues lo que importa no es una característica, sino el conjunto, y como conjunto... todos somos únicos!) Un beso :)

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  5. Antes de contestarte me he pasado por tu blog, te he dejado unas palabras (bastantes, me enrollo mucho, lo sé). Gracias por lo que dices, gracias por seguir adelante,escribe, claro que merece la pena. Mil besos.

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  6. Para ser-sentirte un segundón, siempre hacen falta dos. Está claro el uno y el dos. El uno ataca, somete, pero si el dos se rebela y no acepta, simplemente habrá uno que cree que es mas y otro que que no cree nada. Al final hasta el mas insignificante tiene sus cualidades y si es consciente de ellas, no necesita nada mas. Por otro lado, el relato está muy bien porque una cosa es lo que yo escribo (donde quiero creer que las cosas son de determinada manera a mi conveniencia) y otra es la realidad.
    Posdata.
    Estoy preparando un relato para el solsticio de verano, San Juan, día extraño y mágico. Es un experimento, será un relato dentro de un relato, ya veremos. Un abrazo.

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  7. San Juan es mágico, ya lo creo, o sea, la víspera de San Juan. Yo llevo varios años que a las doce en punto me ducho, me lavo bien la cara... dicen que así estarás guapa el siguiente año. Por si acaso, no lo dejo desde hace mucho. Fiesta pagana.
    Estoy deseando leerlo.
    Y mi perdedora, bueno, pobrecita. Creo que puedo ponerme en su piel. Creo que puedo ponerme en la piel de todos mis personajes, sean buenos o malos, y encariñarme con ellos; si no, no me sale escribir.
    Besitos.

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  8. Mi querida Jana: Es un gran escrito que refleja una realidad que hace sufrir a muchas personas que suelen tener un gran corazón pero llega el momento en que hay que liberarse de las cadenas y gritar a los cuatro vientos que hasta ahí se ha llegado. Perdóname que lo exprese así pero refiriéndome a la "protagonista" digo que "a todo cerdo le llega su San Martín".

    Brisas y besos.

    Malena

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  9. Perfectamente expresado, Malena. Me alegro de que te haya gustado, de vez en cuando me emparanoio y me gusta escribir cosas así, quizá un poco raras, pero me sumerjo en ellas y me lo paso muy bien. Escribir es para mí lo mejor y a la vez lo más doloroso, me deja vacía después.
    Mil besos, Malenita.

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  10. Canoso, me has hecho sentir como si hubiera sido yo la que aporreó la cabeza del pobre Boby: ¡culpable! Espero que te haya gustado, o al menos entretenido. Besos.

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Ana Vega Burgos
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