sábado, 17 de diciembre de 2011

 Tengo que deciros: ¡gracias!, a todos, porque habéis pasado por aquí a darme ánimos o simplemente a decirme que estábais "ahí". No pude contestaros uno por uno, han sido días de mucha tristeza y bajón.
 Deciros también que sí, pude llorar, y mucho, y tampoco sirvió para tanto. Y al fin he dejado de intentar asimilarlo, a lo mejor no es bueno, pero puedo seguir pensando que ella está aún en Algeciras, no nos veíamos ya más que una vez al año, en realidad estas separaciones geográficas muchas veces son como pequeñas muertes porque la vida de diario nos va comiendo y aunque el recuerdo siempre permanezca, el contacto se va casi perdiendo.
 En fin: gracias a todos,  ya me encuentro mejor, os he visitado (no a diario) aunque muchas veces lo hice de incógnito, ahora espero volver a engancharme como antes, aunque tenga menos tiempo, si no puedo recorrer vuestros blogs cada día pues lo haré de poquito en poquito, pero todas las entradas, porque vuestras palabras, tanto las divertidas como las tristes o irónicas, me han dado vida a lo largo del 2011, desde que en junio empecé a visitar blogs y a conoceros.
  Ya sé que aún faltan unos días (¡una semanita!) para Nochebuena, pero voy a empezar con tiempo. Os dejo un vídeo con una canción de Navidad preciosa, de José Luís Perales, un poco melancólica pero creo que os transportará como me pasó a mí, me regaló uno de esos "momentos mágicos" que a veces te hacen sentir que, por unos minutos, has pillado el sentido de la vida. La ponen a veces en la guardería, aunque no sea para niños, porque a todas las "seños" nos encanta, y hasta los peques parecen relajarse al oírla, algunos se ponen frente al equipo a mover las manitas y la cintura, despacito, con caritas de buenos...
 Encontré el vídeo para enseñárselo a Anais, a H. y a M.P. y nos sentimos los cuatro como muy unidos, ya os digo, como en un momento único de esos que nunca se van del todo.
 Si disponéis de unos minutitos, vedlo completo, de verdad creo que vale la pena.


QUE LA NAVIDAD NOS TRAIGA EL AUTÉNTICO ESPÍRITU DE PAZ Y AMOR Y NOS HAGA SENTIR QUE TODOS SOMOS HERMANOS.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

AZAHARA, MI PÍU

   A veces las palabras se vuelven contra nosotros de una manera que resulta cruelmente irónica. No hace una semana os estaba diciendo que el 26 de noviembre era para mí el día más hermoso, blablablá... Bueno: a partir de ahora siempre irá precedido del 25, y el recuerdo del 25 de noviembre será siempre una terrible sombra en nuestra vida. Porque ese día ocurrió el accidente, y en él ha perdido la vida alguien que era más que una amiga para nosotras.
   No sé si podré ser coherente al contarlo. Necesito escribirlo porque los recuerdos acuden amontonados y quisiera saber ordenarlos. Imposible. Innecesario también, por otra parte.
   Cumplió veinticinco años el 6 de septiembre. Cuando la conocí, tenía dieciséis; yo, treinta y siete. Su hermano David era el mejor amigo de Anais, se pasaban el día juntos, en mi casa o en la suya, y su madre, a raíz de aquella amistad, intimó conmigo y teníamos largas charlas en aquellas tardes lentas y tranquilas.
   Azahara fue entrando en mi vida poco a poco; primero, como amiga (casi cuñadita) de Anais, aunque le llevaba cinco años; después, nuestra amistad se hizo íntima, fuerte. Cuando supo que me iba a separar (se le escapó a David, a quien se lo dijo Anais, aunque yo le había pedido que no dijera nada, pero la pobrecita tenía que compartir aquel palo con alguien), Azahara vino a mi casa, diciéndome sin venir a cuento que me quería mucho, que podía contar con ella para todo... La miré y le dije: Te lo ha dicho Anais. ¡Tontita mía, se le escapó aquella sonrisita culpable que nunca olvidaré! Pero fue el hombro sobre el que lloré, y prácticamente se trasladó a mi casa, cuando mi ex se iba a sus visitas "prohibidas": venía conmigo cada día al mercadillo para que no me quedara sola, me hacía reír, comíamos las tres juntas, dormía en mi casa... Como un compañero de batalla, como un soldado, sentó plaza junto a mí.
   Con el tiempo... empecé a salir, ella me llevó a los bares de copas del pueblo, a veces íbamos a bailar, otras veces a tomar algo y a jugar al billar. En casa, las tres -Anais, Azahara y yo- compartíamos tardes de risas y charlas, aventuras y desventuras, mis comidas le encantaban... Muchos lunes -eran mi día de descanso en el mercadillo- se presentaba por la mañana con un kilo de costillitas "para que las cocines como las haces tú"... y ya todo el lunes estábamos juntas, las tres, las Píu...
   ¿Por qué "las Píu"? Un día le comenté que me gustaría hacerme unas mechas, pero, claro, la economía...
   -Yo te las hago, yo sé.
   -¿De verdad? Pues compro el decolorante y me las haces -yo tan inocente, vaya.
   ¡¿Que sabía hacerlas?! ¡Me dejó la cabeza como un  nido de paja! ¡Sólo la coronilla, ésa era su idea de hacer mechas! Yo me miraba al espejo y le decía:
   -Azahara, que casi veo ahí a los pajaritos diciendo pío pío pío...
   Y ella, en lugar de sentirse culpable por el desaguisado que me había apañado, se mondaba, y con la música de la Abeja Maya (en un país multicolor...) me cantaba:
   -Ay, píu píu píu píu...
    Y a partir de entonces, cuando nos veíamos en algún lado al que no hubiéramos llegado juntas, se oía de lejos:
   -¡Píííííuuuuu...!
   -¡Píííííuuuuu...!
    Y todo el mundo andaba intrigado por aquel mote a tres, porque Anais fue también "la píu chica" para ella.
   Mi Píu estaba loquilla perdida. Yo le reñía en plan madre... pero ella sabía que no iba a traicionar ninguna de sus confidencias, y me contaba... ay, Dios. Nos volvía locas. Su madre se lamentaba de sus locuras, yo intentaba mediar entre las dos... muchas veces lo conseguía, otras... pues, no.
   Pensábamos que algún día seríamos de verdad familia: David y Anais, tanto tiempo, tanta amistad, hasta ese primer beso romántico que no se olvida jamás. Yo quería a David tanto, le quiero tanto, él a nosotras también, aunque ya aquel amor de niños sólo queda en el recuerdo y los dos tienen sus parejas.
   Fue con Azahara con la única persona con la que he dejado de hablarme un tiempo. Tuvimos una discusión por teléfono, le dije que iba a cortar porque no quería decir cosas de las que luego me arrepintiera... Aquella misma tarde nos encontramos en la calle, con otras amigas, y ella no me habló. ¡Ay, me hizo gracia! Me pareció un juego de niñas, y entré en él como... un juego, claro. Durante cuatro meses no nos hablamos, ni ella les hablaba a la mayoría del grupito con el que solíamos reunirnos, un extraño grupo en el que había gente de todas las edades, desde catorce hasta cincuenta años, y a pesar de eso nos llevábamos todos muy bien y nos reuníamos en el bar del parque todo el verano.
   Luego, un día, ella me mandó un sms loco. Yo estaba acostada y lo leí: "deja de malmeterle a mi hermano", decía. Me levanté disparada, medio dormida pero alterada porque jamás, jamás, se me habría ocurrido decirle a David nada contra ella, y ella tendría que saberlo porque me conocía lo bastante.
   Llamé a su casa, quería hablar con David, preguntarle... pero se puso Aza.
  -Azahara, ¿está David?
   -Está acostado.
   -Es que... me has mandado ese mensaje... y tú tienes que saber que nunca le he dicho una palabra sobre ti a tu hermano, ni a nadie; que tú y yo no nos hablemos -¡qué paranoia!- no quiere decir que me haya olvidado de todo lo que hemos vivido juntas...
   -Ya lo sé, Píu, si mi hermano no me ha dicho nada, es que estaba enfadada y quería putearte... -me contestó, tan directa.
   -Ah, vale, bueno... pues algo sí que me has puteado, porque estaba dormida ya.
   -¿Y Anais?
   -Pues dormida también.
   -Ah... Y... ¿cómo te va?
   -Buenoooo...
   -¿Y el mercadillo?
   -Ahora vendo también calcetines.
   -¿Sí? ¿De cuáles?
   Empecé a contarle un poco de lo que se vendía de nuevo. Era alucinante, cuatro meses de "enemigas" y ahora estábamos hablando por teléfono, tan relajadas, como antes.
   -Oye, ¿y esta noche no vas al bingo? -le pregunté de pronto, porque los jueves a medianoche había bingo en el Badawi, y antes íbamos juntas a veces y luego echábamos un billar, o bailábamos un poco, a nuestra bola.
   Tiempos muy locos pero inolvidables.
   -No, si mis amigas son muy sosas y no quieren ir. ¿Y vosotras?
   -Tampoco, como mañana hay colegio y mercadillo...
   -Qué pena, con lo bien que tiene que estar... ¿verdad?
   Ay, ay, ay...
   -¡Azahara -grité- ni se te ocurra!
   -Venga, tía, no eres capaz... ¿Te imaginas las caras de todos cuando nos vean llegar juntas?
   Me estaba subiendo una adrenalina... y unas ganas de reír...
   -Qué va, loca...
   -Me visto y voy para tu casa.
   -¡Píuuuu... nooooo!
   Anais estaba dormida. Yo no iba a irme a ninguna parte dejándola en casa, eso era seguro. Pero cuando la voz de Azahara resonó por las paredes, se levantó como alucinada, diciendo:
   -¿Azahara? ¿Está aquí Azahara?
   Y al cabo de una hora... sí, estábamos las tres en el bingo. Era como un sueño. ¡Nos habíamos añorado mucho! No dormimos en toda la noche, hicimos tostadas y huevos revueltos, lloramos, reímos, recordamos...
Fue una noche memorable que volvíamos a recordar cada vez que nos reuníamos, después, al cabo de los años.
   Porque en 2007 ellos se fueron a vivir a Algeciras y ya sólo nos veíamos una o dos veces al año, aunque cuando había ofertas de llamadas las aprovechábamos para hablar, hablar y hablar.
   Recuerdo un día que nos fuimos las tres a Córdoba, a pasar la mañana en plan "guiri", haciéndonos fotos, y a comer después a un buffet chino. Al volver, en el autobús, le comenté:
   -Ya tengo hambre otra vez, eso es lo que pasa con los chinos. Me comería ahora mismo otro rollito de primavera.
   -Yo me acabo de comer uno, ¿quieres? -me contestó la muy locuela, y mientras lo decía sacaba de su enorme bolso uno de los rollitos de primavera ¡que se había traído del buffet!
   ¡No pude ni reprenderle, por el ataque de risa que me dio!
   Ahora estaba en una Escuela Taller de Jardinería Forestal. Fue en un punto negro de la carretera de Pelayo. Su coche fue alcanzado por detrás. Era mediodía. A la conductora -ella, nuestra Píu- la sacaron los bomberos. Muerta.
   No me lo creo; sé que sí, pero no consigo creerlo, sólo que no puedo dejar de recordarla, sin pena, no consigo sentir tristeza ni dolor, sólo acordarme de las mil cosas que vivimos juntas. Como si fuera a verla de pronto, o a mandarle un sms: "píu, no hago más que pensar en ti, píu rizá, te echo de menos" Y esperar su respuesta, o, si no tiene saldo, al menos un toque...
   La enterraron el domingo. No fui. Podía haber ido, y quizá empiece a sentirme mal por no haberlo hecho. Pero no quiero comprender que está allí, porque todavía no me duele, porque me parece como si estuviera ahora aquí, en Villafranca, en casa de alguna de sus amigas, y luego fuera a pasar un momento por mi casa, con su melena rubia, rizada, sus ropas de colores "cantosos", como ella decía (para mí, Azahara es fucsia y el olor delicioso de su colonia), con su voz alta, un poco ronca, a lo mejor para decirme, antes de traspasar el umbral de mi puerta:
   -Píu, no me "regruñas", ya está, he hecho una locura, pero es que me apeteció...
   Y yo a poner cara de "¡horror! ¿Qué has hecho ahora?", y ya pasa, y se tira en el sofá, y me cuenta... lo que sea. Sí, una locura, Píu, yo te mato.
   No, no puedo. Ya... se ha matado.
   Porque vinieron tres de los amigos de "entonces". Mi niño Sergio, del blog La Talega, ¿lo conocéis quizá?, Zahira y Reme, y no recuerdo, esas cosas se entremezclan, Reme traía una cara muy, muy rara. Sergio me dijo: "Traemos una noticia muy mala". Reme se puso a llorar.
   Era la tarde del viernes 25. Anais y H. ya estaban en casa para dormir aquí y pasar juntos el cumpleaños. Estábamos arreglados (Anais me había dejado sus botines de tacón, qué mal recuerdo ya) para ir a tomar algo, por salir alguna vez un poco. Qué ilusos. Yo les había dicho, al abrir: "nos pilláis de milagro,nos íbamos a La Aduana", y luego entraron, y Reme se echó a llorar, y Zahira dijo: "Azahara ha tenido un accidente", y yo ya sabía que no, pero pregunté: "¿Está muy grave?" y Zahira denegó con la cabeza, y yo dije: "¿se ha matado?", o no lo pregunté, lo afirmé, y no puede ser, pero es. Reme decía "tiene que ser mentira", pero esas cosas nunca son mentira, y nos sentamos todos, o algunos creo que se quedaron de pie, y no sé qué dijimos, qué más da, aunque me gustaría saberlo para no estar intentando recordar cada palabra, sin conseguirlo.
   Y luego, al rato, llamaron a la puerta, y era una vecina que venía a darnos la noticia... como se da a veces en los pueblos, con ese regodeo morboso que dan ganas de partirle la cara a quien te lo dice. Y se fue con la rabia de no haber sido la que contara la primicia, de no ver nuestras caras... Siento ser dura de pronto, está feo, pero juro que fue así. Comprendo que mataran a los portadores de malas noticias, sobre todo si la mala noticia para ellos sólo era un chismorreo jugoso más.
   Ahora me parece injusto no estar sufriendo más. No puedo concentrarme en un libro, pero, si pudiera, me sentiría fatal porque ella no puede leer ya... aunque leer no le gustaba, no tenía paciencia... y sin embargo leyó mi novela y me mandaba sms: "voy por cuando..." "he llegado a...", y me hacía sentir orgullosa de que le hubiera interesado lo bastante para leerla hasta el final. También leía mis poesías (¡si ella vivió aquellos días de tristeza a mi lado, minuto a minuto!) y de vez en cuando cogía Mi Primavera De Desamor y las leía en voz alta, fijaos, me admiraba porque me quería, mi Píu me quería mucho, y yo pude dejar de hablarle cuatro meses como un juego. Y ella me daba toques con número oculto, yo sabía que era ella porque era una manía suya, daba toques al chico de sus sueños con número oculto y colgaba antes de que contestara, yo no comprendía por qué... Y yo, cuando me daba tiempo, le cogía los toques, para que gastara saldo, por fastidiarla, igual que pensaba que ella me los daba por fastidiarme a mí... Y aquella noche, cuando hicimos las paces,me dijo: "yo esperaba a que descolgaras para oír tu voz", y aquello me hizo llorar porque ¿quién había hecho eso por mí nunca, llamarme sólo para oír mi voz? Mi Píu loca y bonita, mi torbellino fucsia, ¿por qué no puedo llorar por ti, con lo que me duele el corazón?
   Y han pasado ya cinco días y sigo igual, aunque en el trabajo no tengo más remedio que pensar en otras cosas, pero sigo sin creerlo y casi sin poder llorar, sólo a ratos, ayer cuando hablé con su madre, Dios mío, mañana la llamaré otra vez, y recuerdo y sigo recordando, y sonrío porque eran cosas para sonreír, y la vida parece seguir como siempre pero ella no está.
   No pude contestaros a loscomentarios por el cumple de Anais, puse una explicación contando esto. Gracias a todos los que vinisteis a felicitar a Anais; sí, comimos la tarta y estuvimos juntos, pero qué amargo fue.

   
 
 
 

viernes, 25 de noviembre de 2011


 El 26 de noviembre es la fecha más importante de mi vida. Antes, no: era un día como otro cualquiera, seguramente gris ("noviembre es el mes más sombrío", decía Luise May Alcott en "Mujercitas"), y sin duda frío.
   Pero desde hace... ¡veinte! años, éste es el día más hermoso porque en él nació mi hija. Un regalo de Navidad adelantado, el más maravilloso presente de los Reyes Magos.
   No voy a contaros todo lo que siento porque me pondría muy tonta y ya está bien. Llevo toda la semana con las lágrimas a punto de desbordarme porque ¡son veinte años! Aunque el tango diga que veinte años son nada... ¡¿cómo que no?! ¡Es tanto, tanto y tanto, que lo es todo!
   Hemos pasado muchas cosas las dos juntas, a veces solas, otras veces acompañadas en nuestro camino. Siempre, como un Mago Bueno, estuvo Vega con nosotras; cuando las dos tuvimos un hombro en el que apoyarnos él nos dejó dulcemente, como tranquilizado al dejarnos en buenas manos. Siempre hago tarta de chocolate con fideitos de colorines por encima y una velita más, cada año una más.
   Este año son 20.
   Ya no están con nosotras Damián, ni David, ni Azahara, ni Sandra... Tampoco su padre, ni su prima Sonia. Este año no estará Isra, pero estará H., porque el amor se acaba y qué le vamos a hacer, pero resurge en otra persona, y si la veo feliz, yo también lo soy, es así de simple.
   Hubo cumpleaños inocentes, hubo un cumpleaños de adolescente en el que después de tarta nos fuimos al "Jorco", ya en plan "chica mayor", a tomar una coca-cola estrenando las botas de tacón... Hubo algunos de botellón después de la tarta, después llegaron cumpleaños más caseros, nosotros cuatro solamente... De todo.
   Pero siempre hemos intentado que sea un día especial, con muchos regalitos pequeños para que haya muchos papeles que desenvolver, y muchos "ooooooh...", y mucha ilusión, golosinas colgando del ventilador de techo de la salita, la mesa llena de paquetitos, la tarta en medio, risas, besitos, y después, cada año, Anais me pide que le cuente el día en que nació, como una tradición, aunque se lo sabe ya mejor que yo. También mi madre me contaba a mí sus recuerdos del día en que yo nací , y de chica yo me mosqueaba cada año cuando me decían que mi padre había traído churros para todos y que yo no los comí, ¡con lo que me gustaban!¡No era justo, yo quería churros, ¿por qué nadie me preguntó?!

   Este año ya tengo muchos regalitos para ella: un colgante de plata con forma de dado (porque le encanta jugar al rol), unos leggis, una rebeca negra larga -igual que la mía-, un cojín de Betty Boop en moto, una linterna chiquitita para el coche, un reloj con la correa azul turquesa, unas zapatillas calentitas con dibujo de piel de vaca y una bufanda que le he hecha con lycra marrón y oro con un diseño cogido de Internet ("bufanda calada dos agujas", por si queréis verla, es facilísima y muy bonita).
   Y pollo a la ciruela y después, la tarta. Y estar juntas un año más y pedir a Dios que haya muchos más al menos como éste, con lo mucho bueno que nos ha pasado.

   Me gustaría dedicarle una canción alegre que fuera "nuestra", y hay muchas que nos encantan a las dos; sin embargo, la que me viene a la cabeza porque nos acompañó en los malos tiempos no es alegre ni chispeante, pero sé que siempre, la oiga donde la oiga, le recordará a aquella mami que, mejor o peor, quiso estar a su lado, cogiéndole la mano, en todas las épocas de sus veinte años de vida.





                                     Va por ti, gatita blanca lacito rosa




¡¡¡¡F E L I Z   C U M P L E A Ñ O S , A M O R !!!!


tq, hb

domingo, 13 de noviembre de 2011

   Hacía tiempo que no me reía así, con esa risa floja que te hace brotar lágrimas y que no te deja ni acabar de decir lo que intentas. Casi siempre que me río así estoy con Anais. Antes -cuando vivíamos las dos solas- era mucho más frecuente. Y no es que ahora no esté bien, pero la despreocupación de aquellos años, a pesar de los problemas -y llegaron a ser muchos y graves- parece que se ha perdido.
   Y fue hablando de mi padre. Anais y H., su pareja, vinieron un ratito el sábado por la tarde; ella estaba agotada de la semana de trabajo, de tardes y echando casi una hora de más cada día, así que al llegar a la que siempre será SU CASA, se duchó con agua bien calentita, se puso mi albornoz y nos tiramos en el sofá, como en los viejos tiempos.
   Primero recordamos un chiste viejo, más gracioso para nosotras precisamente por conocido. Y luego, no recuerdo por qué, empezamos a hablar de Vega. A mi padre ella no le decía "abuelo", sino Vega, desde siempre, y cuando hablo con ella de él, yo también le llamo así.
   Empezamos por las equivocaciones que el pobre cometía por nuestra culpa: como hablamos, quizá, demasiado deprisa entre nosotras, él se liaba y luego nos reíamos los tres de aquellos errores. Cuando a nosotras nos dio la locura de ver capítulos y más capítulos de Ally McBeal, Vega no llegaba a entender del todo nuestras palabras, y un día, un poco cabreado y muy intrigado, nos soltó:
   -Niña, yo no sé cómo os puede gustar tanto una cosa con un título tan desagradable, de animales viles.
   ¡Creía que "Ally McBeal" era "Animal Vil"! Claro, se lo explicamos y tuvimos cachondeo para rato.
   O cuando nos cruzábamos en la calle con un muchacho -bueno, mayorcito ya, de mi edad- y le saludábamos. Vega nos preguntaba:
  -¿Quién es?
   Y nosotras, a la vez:
   -El padre "e" Damián.
   Hasta que un día me dijo:
   -Niña, y ese muchacho ¿es todavía cura o es que lo ha dejado?
   -¿Quién?
   -¡Ése: el padre Damián! Porque yo he estado por pedirle que me confiese, pero por si lo ha dejado... -mi padre, como anarquista recalcitrante, se reía bastante de esas cosas, aunque siempre sin maldad.
   -¡Papá, que es el padre de Damián, del amigo de la niña! -conseguí aclarar entre risas, porque todo nos hacía reír cuando estábamos juntas.
   Así contado... ya sé, no tiene gracia, sólo son anécdotas. Pero nosotras, ayer, recordándolo, ya íbamos riendo más y más. Hasta que llegamos al queso. El queso ya fue lo que nos dejó flojas y con las lágrimas de la risa corriendo por nuestras mejillas.
    Mi padre, con los años, había ido perdiendo peso a pesar de que no estaba enfermo, ni siquiera anémico. Se quedó en 48 kilos, y últimamente iba encorvadito porque no veía bien y no quería usar bastón, así que bajaba la cabeza para ver mejor el suelo. Tuvo que caerse varias veces -gracias a Dios, no se rompía nada, pero se hería- para consentir en usarlo, y siempre que podía lo dejaba olvidado en cualquier sitio. Lo curioso es que, cuando estaba fuerte y erguido, tenía varios bastones de diferentes modelos y le encantaba llevarlos siempre, pero cuando le hicieron verdadera falta ya no los quería ni ver.
   Pues, como estaba tan delgado, una de mis primas, médico (tengo un montón de primos médicos, enfermeros, matronas... les dio por ahí) me aconsejó que le diera queso a diario, para que tomara muchas calorías en poca cantidad. Así que yo se lo compraba y me encargaba de cortárselo, al peso, tantos gramos en cada comida, tres veces al día... Se lo envolvía por separado y se lo ponía en la nevera.
   Algunas veces, me comentaba:
   -Hoy me he comido todo el queso a media mañana, porque me cansa eso de tener que comerlo por obligación con cada comida.
   -Bueno, papi, el caso es que te comas la ración diaria, tú distribúyelo como prefieras -le decía yo.
   Hasta que una tarde llegó, contento pero a la vez  cabreado:
   -Mira, niña -siempre me decía "niña"-, aquí tienes el papel de la farmacia, ya me he pesado.
   -A ver... ¡qué bien, papi, has engordado más de un kilo en una semana!
   -Ya lo sé, niña, pero, mira, te voy a decir una cosa: ¡yo no puedo comer tanto queso!
   -Pero ¡si no es tanto! ¡Ojalá lo pudiera comer yo, con lo que me gusta! -soy un ratón, pero el queso engorda mucho así que casi no lo como más que en Nochebuena.
   -¿Que no es tanto? ¡Pero si hasta me dolía la boca de masticar!
   -Pero, papá, ¿cuánto queso te has comido?
   -Pues ¡el del día! ¡El que me dejaste ayer en la nevera!  
   ¡Y "ayer" le había dejado preparado el queso para toda la semana! ¡Se había comido casi un kilo de queso, el muy salvaje, y sólo "se le había cansado la boca"! ¡Ni siquiera le molestó el estómago!
   ¿Comprendéis por qué nos reíamos tanto Anais y yo? 



   Sí, la anécdota de "el queso de Vega" quedó para la posteridad. Inolvidable. Veo un queso, y lo recuerdo. Como en Semana Santa, cuando hago torrijas (me gusta hacerlas como una tradición, aunque apenas si me como un par de ellas, siempre por lo de que si engordan, blablablá..., pero es que me parece muy bonito tener tradiciones familiares), siempre me río recordando cuando se comió toda la cacerola de torrijas en la noche del Jueves Santo, en cuanto se quedó solo. O cuando escondía mantecados en todos los bolsillos, porque yo no quería que se diera un atracón y se pusiera malo. Era un hombre maravilloso, era el Poeta de la Paz, pero también era una persona real, divertida, cabezona, bromista, ¡adorable!, y siempre vivirá en nuestro recuerdo y reiremos al recordarlo y así sentimos como si aún estuviera entre nosotros...
   El sábado pasamos, con Vega, una tarde magnífica...



 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

   Cuando mi niña era pequeñina yo me tomaba muy en serio los consejos del pediatra, aparte de que, habiendo estudiado dos años de Jardines de Infancia también había prestado mucha atención a las clases de Nutrición, que siempre me han interesado mucho por la cosa de las dietas y tal. A partir de los seis meses a los bebés había que empezar a darles verduras hervidas (sin sal): en aquella época consistía en un  puñadito de habichuelillas verdes, media patata y una zanahoria, y después se le añadían cincuenta gramos de pollo o de pescado. ¡Aquellos purés me gustaron tanto que empecé a comerlos yo también, al menos los domingos!
  Después mi niña creció, pero yo no quise dejar de darle verduras; por las noches le daba su puré, a veces también con lentejas, o con garbanzos, siempre sin grasa y con verduras variadas. Y Anais creció, ahora tiene casi veinte años, y las verduras siguen presentes en su dieta siempre, y le encantan.
  Muy a menudo escuchamos que a los niños no les gustan el pescado ni las verduras, y que ¿cómo vas a obligarles? Yo pensaba: "si desde chiquititos se les acostumbrara, como hice yo...", pero tampoco estaba segura: a lo mejor es que yo tuve con mi nena una suerte especial. Y con mi habitual inseguridad, lo achacaba a la suerte y no a mi habilidad. ¡Dejadme que me eche flores en este caso, por favor!
   Porque ahora que estoy con los peques, he podido comprobar personalmente y sin género de dudas que SÍ, que si se les da desde pequeños y no se deja de dárselos, a los niños les encantan los purés de verduras. Los únicos días en los que los platos vuelven a la cocina vacíos y casi rebañados, son aquellos en los que hay puré para todos, peques y no tan peques. Los ves inclinando los platos para cogerlo todo, saboreando, y, de verdad, es un alegrón... Porque ya sabemos todos que la grasa debe ser la mínima, que la verdura es importante para la salud y también para, simplemente, "conservar la línea", y comprobar que no es tarea imposible ni mucho menos siempre es un paso adelante.
  Y lo mismo os digo del pescado: el pescado blanco también se lo comen estupendamente; cuando a alguno no le hace mucha gracia, les damos una cucharadita de yogur y otra de pescado, que es un truco que recomiendo desde ya porque da resultados geniales. Y se lo comen todo, pero todo: abren sus boquitas como los pajaritos en el nido y no protestan. En cambio, con la carne ya se ponen más tontos, incluso con la pasta y el arroz hay que andar hasta bailándoles para que se coman algo más de medio plato.
  ¿Por qué, entonces, los mayores dejan de comer verduras? Pues sencillamente porque somos muy comodones en casa y no nos obligamos a cocinarla de modo atractivo. Porque no sabemos, o porque a nosotros mismos no nos gusta.
   Recuerdo que mi padre decía siempre: "A mí me gusta la verdura mucho... pero pasada por la barriga del cerdo". Y es que cuando yo decidía ponerme a dieta, de jovencilla, la verdura que me ponía mi madre era judías verdes hervidas y aliñadas con un poco de limón. Y punto. ¿Qué queréis que os diga?: ¡Puaj, puaj y puaj! Era insípido y cansado, así que cuando cogía un par de kilos prefería directamente pasar hambre antes que comer aquello. Pasaron los años, descubrí un día un par de recetas de puré de verduras que, según decían, sólo tenía 100 calorías por ración, las probé, y eso cambió mi vida, aunque parezca una exageración. Sobre aquellas recetas incorporé variantes, o sea, las hice con calabacín, con judías verdes, con col... todas igual de sabrosas y bajas en calorías. Mi padre se volvió forofo de la verdura, mi hija, ya os lo he dicho, para siempre también, mi pareja  (M.P., el de los yogures) alucina con ellos, y tomándolos no he vuelto a tener problemas de peso. ¿Qué más se puede pedir?
  Así que os voy a poner la receta básica, por si os apetece probarla, también por si tenéis niños, o pensáis tenerlos, o sobrinos, nietos, en fin, para todos. No perdemos nada con probarla, y se puede ganar mucho.

PURÉ DE GUISANTES

  Ingredientes para cuatro raciones:
  1/2 kg. de guisantes congelados; 1 cebolla; 2 cucharadas de aceite; 1 cubito de caldo de carne; nuez moscada o comino (opcional); 1 vaso de leche desnatada.

  Se sofríe la cebolla picadita a fuego lento, tapada, en el aceite. Cuando esté doradita, se le añaden los guisantes sin descongelar y dos o tres vasos de agua, justo para cubrirlos. Se echa el cubito de caldo y las especias, y cuando rompe a hervir se le baja el fuego, se tapa y se deja unos diez minutos, hasta que los guisantes estén tiernos. Se aparta, se le añade el vaso de leche y se bate.

  ¡Y ya está! Es sencillo, rápido y económico. El otro puré del que cogí la receta era exactamente igual, sólo que con zanahorias del tiempo y cuatro vasos de agua, porque los congelados sueltan más líquido al cocerlos. 
 A las variantes que yo hice, a veces en lugar de añadirles leche les agregaba un quesito en porciones, y al calabacín y las judías verdes, también, una patata más bien pequeña. Sea el que sea, todos estos purés de verduras están deliciosos, son sanos, no engordan y alimentan a grandes y pequeños. Es una forma ideal de añadir verduras a la dieta diaria y no hace falta estar "acostumbrado a lo verde" porque suele gustarle a todo el que lo prueba, por recalcitrante que sea. ¡Si le gustaba a mi padre y a una de las amigas de mi hija, que sólo quería hamburguesas y salchichas y de todo lo demás decía "qué asco"!
  Ya puestos, os cuento otro truquito que descubrí no hace mucho: el pimentón de la Vera.  Cuando cocino lentejas, garbanzos o alubias, les echo un buen espolvoreado de este pimentón, que lo hay dulce, picante, agridulce... ¡Sabe a chorizo! Así que puedes comerte un platito de lentejas sin nada de grasa y, encima, con el saborcito inigualable del chorizo... sólo añadiendo pimentón de la Vera. Lo venden en cualquier supermercado y es barato, así que los adoradores del chorizo no tienen excusa para no catarlo.
 
   Y como ya sé que esta entrada es un poco rara para las que yo suelo poner, pues me enrollaré una mijita para no cambiar tanto: sólo deciros que últimamente me cuesta bastante más dedicar tanto tiempo al blog, que vengo cansada, tengo cosas que hacer en casa, también quiero dedicar más tiempo a mi pareja porque a veces se nos pasaba el día sin apenas estar juntos, cada uno con sus distracciones, y no debemos ser tan descuidados, que los dos hemos sufrido una separación y deberíamos, por esa experiencia, saber que el amor hay que cuidarlo día a día y minuto a minuto, así que he empezado a quitarme tiempo de mis hobbys para compartirlo con él y creo que lo estamos haciendo bien. Últimamente no escribo nada, no me siento inspirada, pero intento vivir este trabajo que me ha caído del cielo de la manera más positiva, y la verdad es que parezco una abuelita o una títa cantando las gracias de sus niños. ¡Me tienen loca! No sabéis lo gratificante que es comprobar cómo absorben el cariño y de qué manera lo devuelven. Me abrazan, me buscan, me sonríen... hoy, un pequeñito venía a mirarme con toda su ternura y acariciarme la cara con las dos manitas, y me sonreía, y otra vez, y ya me iba a dar algo, ¡me lo comería crudito! Hay más de cuarenta peques en la guardería y cada uno es distinto y especial, pero, de verdad, todos responden al cariño con una ternura desbordante, igual los más extrovertidos que los tímidos, y sus demostraciones de afectos son tan inocentes y espontáneas que te estrujan el corazón.
Seguramente peco de un poquitín demasiado tierna; por supuesto que les riño cuando tengo que hacerlo pero me cuesta estar mucho tiempo seria con ellos, me cuesta "ponerme en mi sitio", ya lo sé, y fue ése uno de los motivos por los que, cuando tuve que elegir, no me decidí a estudiar para maestra, que era lo que más me gustaba cuando era niña. Por otro lado, me digo para consolarme que con mi hija me salió bastante bien, pero no es lo mismo educar a una niña que intentarlo con cuarenta. Cuando me quedo sola con una clase entera, sobre todo con los quince mayorcitos, me cuesta mantener el orden, a no ser que me ponga a cantar o a contarles un cuento. También es verdad que eso no ocurre con frecuencia, así que no puedo practicar a diario, no sé si sería mejor o peor. En fin, soy auxiliar,así que tampoco se me exige que lleve yo sola una clase todo el tiempo. Al menos sí puedo decir que los niños son buenos, que suelo conseguir que coman bien, que cuando tengo que castigarlos, me obedecen y no se desmandan, y que por ahora ¡estoy tan contenta! Aunque me encanten los viernes, y los domingos por la tarde esté pensando "uf... mañana otra vez", en el fondo, y a medida que avanza la semana, vengo cada día con la cabeza llena de anécdotas y sonriendo a cada recuerdo.

 Y ya os he dado mi comecocos que no podía faltar, a pesar de lo cansadita que estoy y de que se me echa la tarde encima, y mañana otra vez a trabajar... y, bueno, ¡que espero que probéis alguno de los purés que os he recomendado, y que os sepan a gloria!


Si tutti i ragazzi, i ragazzi del mondo
si dessero la mano, si dessero la mano, 
 allora ci sarebbe un girotondo
     intorno al mondo, intorno al mondo.

(de la canción “Girotondo Intorno Al Mondo",
de Sergio Endrigo sobre el texto original de 
Paul Fort) 


 Si todos los chicos, los chicos del mundo 
    se dieran la mano, se dieran la mano, 
         se formaría un corro
alrededor del mundo, alrededor del mundo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Siguiendo con Mi Primavera De Desamor, con aquel tiempo que ya pasó, y enlazándolo con las entradas que os prometí de "Poesías de Siempre", me ronda la cabeza mi amado Bécquer; precisamente utilicé tres poemas suyos para encabezar cada una de las tres partes en las que dividí mi poemario triste. El primero, con cinco poemas en los que, sin saber aún nada, "presentía" que algo se había roto, era el siguiente:

     No me admiró tu olvido, aunque de un día
     me admiró tu cariño mucho más.
     Porque lo que hay en mí que vale algo,
     eso... ¡ni lo pudiste sospechar!
                                           Bécquer


  Es un grito de orgullo herido, por supuesto, y a lo largo de mi vida lo he copiado cientos de veces porque me gustaba tanto, y me hacía sentir mejor... sea o no sea verdad, una se consuela pensando que quien ha dejado de amarte nunca supo valorarte del todo. Puedes fallar, carecer de algunas cosas, pero tu alma inmortal está ahí, tus sentimientos son muchos más profundos de lo que los demás pueden alcanzar a ver, y nosotros, los que escribimos (que creo que somos todos los blogueros), tenemos ese "algo" mágico que nos protege un poquito, como un fetiche, del vacío absoluto de la soledad.

 Después, la segunda parte de Mi Primavera... era ya la certeza: como os conté en la anterior entrada, cuando por fin me lo dijo, harto ya de mis preguntas insistentes, de mi "dime la verdad, por favor" angustiado.
Y lo encabecé con la rima XLII de mi poeta, aquella a la que yo siempre he denominado "Infidelidad":


Cuando me lo dijeron, sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas.
Me apoyé contra el muro, y un momento
la conciencia perdí de dónde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora!
¡Y entonces comprendí por qué se mata!

...Pasó la nube de dolor. Con pena
logré balbucear breves palabras.
¿Quién me dio la noticia?: un fiel amigo.
¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias...
                                          Bécquer

  Y, por fin, llegamos a la tercera parte; tras un infinito año de dolor, con terribles recaídas que me cortaban la respiración, todo fue atenuándose, volví a sonreír con ilusión, mi vida se llenó de esperanza, fui la que había sido tanto tiempo atrás, volví a sentirme apreciada (no, no con amor, sino con amistad, que en aquel momento era lo que más falta me hacía) y a pensar que el mundo ni mucho menos se acababa. Y aquella tercera parte de Mi Primavera De Desamor llevaba como prólogo otro poema de Bécquer que, como todos los suyos, desde niña me sabía de memoria:


RIMA LXIV

Como guarda el avaro su tesoro
guardaba mi dolor.
Yo quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.

Mas hoy le llamo en vano, y oigo al tiempo
que le agotó, decir:
"¡Ah, barro miserable! Eternamente
no podrás ni aun sufrir...
                     Bécquer

 Bécquer es el poeta que más me ha acompañado a lo largo de toda mi vida, lo siento como a un amigo muy sabio, inalcanzable y a la vez cercano, dentro de mí. Él sabía expresar en pocas y sencillas palabras todo lo que yo podría pasarme estrofas sin fin intentando dibujar. Para mí, es el más inmortal de todos los poetas.

 Y hoy, día de Todos los Santos, no puedo por menos de recordarlo también por otro motivo: cuando era una niña -diez, once, doce años...- este día no estaba completo para mí si no me había estremecido con la lectura de El Monte De Las Ánimas, una de sus leyendas más espeluznantes. Temblé con esa leyenda más que con cualquier película de terror que haya visto a lo largo de toda mi vida, con su descripción del roce de los huesos que se aproximaban a la alcoba de la "hermosa prima"... Si tenéis oportunidad, no dejéis de leerla, porque es GENIAL.

  
Para Bécquer, el Poeta Inolvidable.
Con devoción.
             Jana

lunes, 24 de octubre de 2011

   Hoy ha sido el primer día de lluvia del otoño. Esta mañana, mientras iba hacia la guardería y miraba las gotas cayendo como estrellas en los charcos, me vino a la mente aquella primavera de 2004, "mi primavera de desamor", cuando supe, como un puñetazo en el estómago, que todo lo que había creído mío y eterno se desvanecía en el aire, que el hombre al que uní mi vida y mi futuro desde los quince años, se había enamorado de otra y no podía renunciar a ella.
  Nunca olvidaré las palabras con las que, por fin, contestó a mi pregunta cien veces repetida en aquellos días: "Pues sí, estamos enamorados". ¿Cómo pueden doler tanto cuatro palabras soltadas así, al amanecer de una noche insomne, mientras el corazón te golpea sin piedad en el pecho? Doler tanto y a la vez mostrarme, aparentemente, tan fría, tan serena. Le pregunté: "¿y qué piensas hacer?", él me contestó: "¿qué vas a hacer tú?", y yo ¿cómo iba a saber qué haría, si de pronto mi mundo se estaba derrumbando y no había ni un mal escombro que cayera sobre mí para quitarme el dolor, la responsabilidad, la certeza? 
  Eso sí: no supliqué. No por falta de ganas: me hubiera tragado todo el orgullo si hubiera habido una posibilidad de que él me amara... pero no puedes suplicar amor, no, porque el amor no se da a quien uno quisiera, sino que se da, y punto. Aquel "estamos enamorados" me rompía en mil pedazos el corazón, pero no había modo de borrarlo. Él tenía que irse con ella, y así se lo dije. No se fue... tardó un año, y ése fue mi gran error: permitirlo, no echarle a puntapiés, que es casi lo que tuve que hacer al final, y por eso sufrí durante meses lo que hubiera curado en semanas, por no saber "arrancarme su hierro de la herida".
  El primer fin de semana que siguió a aquella conversación, él se fue a verla, a Málaga (cerquita de aquel mar donde habíamos vivido dos años, digamos, felices), y yo me quedé en casa con mi niña de doce años. Era marzo; llovía, llovía, llovía... Sentadas en el suelo de la salita, con las cabezas muy juntas, Anais y yo leíamos a Bécquer y de vez en cuando una lágrima caía sobre las páginas ya amarillentas de puro leídas. Sé que tuve una enorme suerte por tenerla a ella para compartir mi tristeza, para comprenderme, para leer, cantar y llorar conmigo. Sé que su cariño, su compañía y su compenetración tan total conmigo me salvó de mucha locura.
  Aquel fin de semana escribí la primera de las poesías que, después, compusieron Mi Primavera De Desamor, un conjunto de poemas en los que volqué todo el dolor de aquellos días, tan lejanísimos ya en tiempo y sentir. Anais fue la primera en leerlo. Hoy, que llueve pero no es primavera, que el agua nos bendice  en esta tierra de olivares, pensé que lo escribiría en el blog para compartirlo con todos vosotros, y hasta la mañana se me hizo más corta con la idea de rememorar un poquito aquí lo que fue y ya no es, porque todo se supera, todo pasa, y después de aquel dolor... volví a vivir, volví a enamorarme, volví a llorar y encontré a alguien con quien compartir la lluvia, el sol, el viento y la belleza de las noches.


MI LLUVIA


Gota a gota la lluvia se desliza
y en mis cristales, sin llamar, golpea.
Por mi ventana veo su llanto suave
que abraza mi silencio y mi tristeza.

Tú ya no estás; no estás más que en mis sueños.
Sé que tu cuerpo es ahora acariciado
por aquel sol que ya no veré nunca,
por aquel mar que al fin me ha traicionado.

Cae la lluvia y es mía, mía la lluvia.
Cae para mí, me arrulla, me enloquece.
Mis lágrimas se mezclan con las suyas
y mi tristeza, acompañada, crece.

Tú estás muy lejos; sé que donde estás
también caerá la lluvia en primavera.
Pero ésta que acompaña mi dolor
es sólo mía, la que ayer fue nuestra.

Una mañana gris, al levantarte,
gotas de agua besarán tu faz.
Y entonces mi recuerdo irá en un vuelo
y entre la lluvia, amor, me añorarás.

Allí tendrás calor, tendrás ternura,
tendrás besos de miel y de ambrosías.
Tu piel se fundirá con otra piel...
pero la lluvia es mía. Sólo mía.
                                           Jana.


sábado, 22 de octubre de 2011

   Hay canciones que te dicen mucho porque te sientes identificado con ellas, con la letra, "como si estuviera escrita especialmente para mí". Otras te dicen porque te traen recuerdos de buenos o malos momentos en que esa canción sonaba de fondo, o te recuerdan a la infancia.
  Pero hay otras canciones que, desde la primera vez que las escuchas, sin saber por qué, sin que la letra sea especial al menos conscientemente, te pillan de sorpresa, te fascinan, te envuelven en un mundo raro de sensaciones como si fueras "tú", un "tú" que ni tú misma reconoces... es difícil de explicar. Me ha pasado sólo con tres canciones en toda mi vida, que la primera vez que empezaron a sonar me quedé como si algo me fuera a golpear en el centro del alma: "La Orilla Blanca, La Orilla Negra", "Vino Griego", y ésta: "Llamando A La Tierra". 
  La letra... no dice nada "personal". No es de amor, ni de desamor, ni de nostalgias definidas. Quizá rebuscando mucho podría pensar que a veces uno se siente "a diez mil millones de años luz de mi casa", "perdido en otra dimensión"... Pero eso está pensado después: simplemente empezó la música, oí "he visto una luz" y el mundo se detuvo en torno a mí. Tanto me afecta que a mi niña le he dicho varias veces que si en mi funeral la dejan poner música, que me ponga esta canción... y yo me iré a la otra orilla tan contenta.
  ¿Os dice algo también, o son sólo paranoias mías?



He visto una luz,
hace tiempo Venus se apagó.
He visto morir
 una estrella en el cielo de Orión.

No hay señal,
 no hay señal de vida humana y yo
 perdido en el tiempo
perdido en otra dimensión.

Soy el capitán
 de la nave tengo el control,
llamando a la Tierra
esperando contestación.

Soy un cowboy
 del espacio azul electrico;
a dos mil millones
 de años luz de mi casa estoy.

Quisiera volver,
no termina nunca esta misión.
Me acuerdo de ti
como un cuento de ciencia-ficción.

No estoy tan mal:
juego al póker con mi ordenador...
Se pasan los días
no hay noticias desde la estación.

jueves, 13 de octubre de 2011

POESÍA DE SIEMPRE

   Hace unos días puse la poesía de Neruda "Puedo Escribir Los Versos..." y pensé que, de una vez por todas, debería ser fiel a mí misma y al propósito con que empecé este blog, que era sobre todo traer poemas que, de puro conocidos, dejan de publicarse o recitarse y, por tanto, de conocerse. Así que a partir de ahora haré lo posible por poner uno de esos poemas, si no cada semana, porque no hago muchas entradas últimamente (entre el trabajo, y el visitar vuestros blogs y contestar a comentarios...) pero por lo menos cada quince días. Espero que os guste, seguro que la mayoría conocéis estos poemas pero no creo que os moleste volver a leerlos, ¿verdad? ¡Son tan hermosos! Y si alguno de vosotros no los conoce, mejor para mis intenciones, porque no deberíamos permitir que se diluyeran en el olvido esas palabras que tanto pueden decirnos, que nos ayudan en momentos de bajón o de tristeza, que están ahí siempre para llenar de belleza nuestras vidas y hacernos sentir que mientras haya poetas para expresar los sentimientos, nunca estaremos solos del todo.


LLAMÓ A MI CORAZÓN UN CLARO DÍA

Llamó a mi corazón, un claro día
con un perfume de jazmín el viento:
-A cambio de este aroma
todo el aroma de tus rosas quiero.

-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
-Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.

Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
                                        Antonio Machado

  No es mi intención comentar cada poema que ponga, pero permitidme que con éste haga una excepción para decir: no permitamos que llegue el día en que nos tengamos que preguntar qué hemos hecho de nuestro huerto. Y si ese día llega, siempre, siempre, estaremos a tiempo de volver a sembrar y cuidar nuestras pequeñas flores, por humildes que ésta sean.

viernes, 7 de octubre de 2011

¿INDIGNADA? Y, SIN EMBARGO...

 Si hubiera escrito esta entrada ayer, sí: indignadísima.
Según mi niña, cuando me cabreo le hago mucha gracia, pero esta vez seguro que no hubiera sido tan graciosa: el asunto era (y lo es, aunque ya no me afecte apenas) bastante serio, frustrante, una de esas cosas que te hacen sentir impotente.
  Y lo voy a soltar del tirón: ¿sabéis cuánto voy a cobrar mensualmente por ese trabajo por el que pegaba brincos cuando me avisaron?:
  407 euros
Sí, sí, no hay error, no he puesto un "4" en lugar de un "5" o un "6", nada, habéis leído bien, pero por si acaso lo pondré en letras, como en los cheques:
cuatrocientos siete euros.   
  Dos semanas antes de firmar el contrato me habían aprobado una ayuda (RAI, renta activa de inserción para parados mayores de 45 años que lleven un año sellando el paro sin haber trabajado más de noventa días en ese año, por si os interesa, porque no todo el mundo la conoce). Iba a cobrar 429 euros, o sea, que ¡voy a cobra, trabajando veinte horas semanales, menos de lo que cobraría por rascarme... la cabeza!
 Y eso que, para colmo, en primer lugar, se equivocaron, cosa que no sé por qué suele ocurrir mucho conmigo, o se equivocan o se rompe el ordenador y tengo que volver otro día. Me dieron una nómina, muy mona ella, en la que constaba que iba a cobrar 837 euros. ¡Menos mal que no soy de echar las campanas al vuelo! Más o menos, yo había hecho algunas cuentas: estamos en crisis, trabajo media jornada, soy auxiliar... si hubiera cobrado 500 euros me habría sentido muy contenta, pero calculaba algo así como lo que hubiera cobrado con la ayuda, o tal vez un poquitín más, por la cosa de que ¡trabajo! ¡Un estímulo, aunque sean cuatro euros más!
  No me quejaba: cotizo (aunque cada dos días cotizo por uno) y la ayuda -si la crisis o el nuevo gobierno que casi seguro saldrá no la borra de un plumazo- continuará allí, sólo que para cobrar esa ayuda hay que llevar un año sellando el paro, o sea que cuando se me acabe el contrato estaré un año entero viviendo... ¿de qué? Pues yo qué sé... como todos los parados sin ingresos: de milagro.
   Pero resulta que la preciosa nómina de 837 euros estaba equivocada; yo misma lo comenté al verlo: "esto me suena un poco raro", y en efecto. No me digáis "tonta" por haberlo dicho, porque si no digo nada y me voy corriendo a cobrarla, al mes siguiente habría tenido que devolver la diferencia, vamos, que no iban a regalármela por haberse equivocado ellos. No es como si tú te equivocas y pagas de menos a Hacienda, que te crujen sin piedad, no nos hagamos ilusiones.
  Pero, vamos, igual que me sorprendió el exceso, después me dejó bastante decepcionada el defecto: ¡yo que quería hacer lindos regalitos para Navidad a los míos, se van a tener que conformar otra vez con los cuatro pegos de los chinos de cada año!
   La verdad es que estuve rallada todo el día; mira que me decía: si estuviera cuidando niños, sin asegurar y más horas, me conformaría con menos y tan contenta; si estuviera limpiando en una casa, aunque ganara igual, el trabajo me parecería agobiante; si me hubiera apuntado, como tenía pensado, de voluntaria en la guardería de las monjas sólo para estar con los peques, no cobraría nada y no estaría asegurada... Eso me iba conformando un poco, pero es que además me sentía interesada, egoísta, culpable por una decepción meramente económica cuando todos sabemos lo mal, mal, terriblemente mal que están en otros lugares en los que se darían por contentos por tener unas vacunas y un plato de lentejas.
  Así que de indignada pasaba a avergonzarme de mí misma y a mirarme con desprecio. Creo que una de las cosas que me irritaba más era pensar que, al ser un trabajo asegurado, no me queda el recurso de cansarme de todo, decir "ahí te pudras, bien te logres y si te he visto no me acuerdo"; no puedo renunciar porque entonces no tendría ya derecho a ayudas, paro ni gaitas.
 
  Pero, ¡Janita!: ¡¡ ¡¿por qué ibas a querer renunciar?!!!

 Esta mañana, cuando llegué a la guarde, contenta porque era viernes, como una bandada de pollitos se me acercaron los peques a darme la bienvenida. Antonio me enseñaba su cochecito; Noelia me acariciaba el brazo y me miraba con su ancha sonrisa de bichito malo; Dani corrió a mi encuentro y se abrazó a mi pierna; Aitana me tiraba de la falda por detrás, Miriam me lanzaba besitos desde su silla, donde estaba castigada...
  ¿Renunciar? Hace menos de dos meses pegaba saltos de alegría, repitiendo: ¡VOY A TRABAJAR CON BEBÉS! ¡VOY A TRABAJAR CON BEBÉS!
 
   Me consideraba la más feliz del mundo; me preguntaba a qué santo milagroso habría rezado sin saberlo, hice promesas a la Virgen (y las he cumplido ya, que conste) si pasaba bien el período de prueba. No pensé en el sueldo; yo misma me dije: "será como la ayuda, pero ¡qué diferencia, trabajar, sentirme útil, y con niños, que es lo más gratificante para mí!
  Quizá os parezca tonta o demasiado conformista; puede ser. Tampoco iba a servirme de mucho ser más lista o no conformarme, aparte de para realizar mi trabajo amargada y pensando que la vida no es justa conmigo, buaaaaa..., que mira a Aznar, unos cuantos años de presidente, y menos mal que no fueron más, y ochenta mil euros al año hasta que se muera... Pues, franquísimamente, no me cambiaría por Aznar -con ese bigote, por Dios- ni por todo el oro del mundo, gane lo que gane y tenga lo que tenga. Yo tengo 407 míseros euros al mes por cuatro horas diarias, y cada día está lleno de anécdotas que contar, de pañales sucios y barriguitas fragantes, de sonrisas manchadas de yogur y manitas pringosas que me acarician, de esa mirada (ay, esa mirada no se compra con nada de este mundo) entre tímida y esperanzada con que me siguen, pendientes de mis mimos, de mis abrazos, de mi sonrisa y mi ternura para cada uno de ellos.
 No: no van a hundirme en la frustración y en el lamento porque sé que tengo suerte, que es el trabajo que yo deseaba, y que siempre he pensado de corazón que es mucho más importante trabajar en lo que uno ame que ganar un montón de dinero pero a costa de una tarea en la que no te sientas realizado.

Si quieres ser feliz un año, gana la lotería.
Si quieres ser feliz toda tu vida,
 ama lo que haces.


Por desgracia, este contrato es sólo por un curso, y por lo que me dijeron en el ayuntamiento, no hay probabilidad, lo hagas mejor o peor, de renovar seguido, porque hay más de una auxiliar de jardines de infancia en el pueblo e irá rotando cada año. Así que intentaré llenar estos meses de experiencias positivas -sé que también las habrá negativas, espero que las mínimas, pero es de lógica- y disfrutar sin pensar en el suelo.
  Y además, esta mañana telefoneé para darme de baja en la ayuda y me enteré de algo que me alegró muchísimo: vale, es media jornada, cada dos días cotizo por uno (jamás podré cobrar jubilación a este paso) pero por ser de lunes a viernes, cuando haga el año  tendré derecho al paro.
  Y hay otra cosa que quizá a alguno de vosotros os pueda interesar: si después de este trabajo me contratan aunque sólo sean dos días a jornada completa el paro a cobrar será bastante mayor. Y eso ya lo comprobé en persona la única vez en mi vida en que he cobrado paro, así que no lo echéis en saco roto. Dos días a tiempo completo marcan una diferencia de cobro que merece mucho la pena.
  ¿Que quizá haya que recurrir a algún chanchullo? Bueno... total... ahí sí me siento excusada, ¡después de trabajar por menos que si estuviera paseando todo el año!
   No hay mal que por bien no venga... el que no se consuela es porque no quiere... Dios aprieta pero no ahoga... (este párrafo dedicado a mi Carol, de Bloguera Refranera), el caso es que tras una tarde en la que me planteé meter fuego no sé dónde, o aullar a la luna, de nuevo he recobrado la fe en la vida y vuelvo a decir: ¡gracias! Porque es viernes y ya estoy deseando que llegue el lunes, y este martes me tocará encargarme a mí solita de la clase Cerezas porque la directora tiene que hacer un montón de papeleo y yo les daré los desayunos, haré la Asamblea (me muero de nervios, la verdad) y luego mis quince peques harán
 "el tren" para salir al recreo, a jugar como alegres pollitos que se dispersan bajo la atenta mirada de las mamás gallinas que somos "las seños".

ÉXITO ES TENER LO QUE SE DESEA;
FELICIDAD ES DESEAR LO QUE SE TIENE.




P.D.: si esta entrada os parece completamente de idiota, tenéis libertad para decírmelo, no voy a enfadarme. Cada uno es como es, y ya me doy cuenta de que yo me resigno pronto y no soy una gran luchadora; espero no decepcionaros mucho, si es así, de verdad que lo lamento, pero es que si no soy sincera en el blog, ¿para qué quiero mantenerlo?




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