miércoles, 30 de marzo de 2011


Esta poesía de mis veinte años, no sé si me gusta o no, no sé si buscaba imágenes para expresar lo que sentía o si se me iba un poco la olla, pero en aquellos días yo estaba muy orgullosa de ella.
Ufff... no me reconozco, y sin embargo, aquella que escribió esto debe seguir dentro de mí.


PASANDO LOS AÑOS

Cuando llegue el ocaso de la vida a ocultarnos
y se enrede en el tiempo el temblor de las manos.
Cuando el cielo y la tierra se disfracen de tumba.
Cuando el mar de los años de amarillo se tiña
y los pies se sumerjan en la blanca marisma.
Cuando el llanto del sauce con el sol se confunda.

Cuando se abra el abismo a los pies del que vaga.
Cuando acabe el camino que lo hace el que anda.
Cuando el "tic tac" monótono se detenga en el cero.
Cuando callen los pájaros, y las rosas, y el agua,
y la espina se seque, y la sangre sea blanca,
y la piel se haga hueso, y la lágrima, hielo...

Volveré de ultratumba a cantarte mi verso.
Volveré envuelta en blanco. Volveré de ese negro
agujero de muertos y de flores podridas.
Volveré con un pájaro de azabache en el pecho,
telarañas de azúcar, y los ojos de helecho...
¡Volveré de esa Muerte que se aferra a la Vida!

Cubriré de azucenas el rubor de la luna.
Tejeré, azul y negro, mariposas oscuras.
Danzaré con el fuego en las negras orillas.
Cual serpiente que al son de la flauta despierta,
retorciéndose al alba, amarilla y violeta,
torturada, mi alma arderá con la huida.

Y en las hojas de oro, en los vientos amargos,
en la piedra, en el círculo, en las alas del llanto,
allá donde tus ojos sin búsqueda se alejan,
vestida de hojas muertas y escarcha del invierno
-jirones de esperanza eterna como el miedo-
susurraré tu nombre. ¡Esperaré tu vuelta!

Jana, hace veinticinco años





miércoles, 23 de marzo de 2011


   Ante el horror del terremoto y el tsunami de Japón no hay nada que pueda expresar nuestros sentimientos, no bastan las palabras y las lágrimas no sirven. Una oración, y las manos tendidas hacia ellos.
   Los japoneses me han llenado de admiración por el espíritu que los anima en esta catástrofe. Dolor, tristeza, impotencia, desconcierto, aquello que todos sentiríamos en su lugar, lo llevan en el corazón, no lo dudemos ni un sólo segundo, pero no se han regodeado en su desgracia: intentan seguir con sus vidas para que los que están a su alrededor puedan seguirlas también. Cada uno va poniendo, sin aspavientos, su granito de arena, y marchan por su camino aunque este camino se esté desmoronando.
    Deberíamos aprender de ellos, de ese sencillo "cumplir cada uno con su deber", en lugar de ladrar, como los perros, a la luna.
 No es momento de brindis, pero cuando lo sea levantaré mi copa hacia Japón y les diré, de todo corazón: Chapeau!

Aún si supiera que mañana el mundo se habría de desintegrar
yo igual plantaría mi manzano.
Martin Luther King
        

miércoles, 16 de marzo de 2011

        La higuera

Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos, que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
"Es la higuera el mas bello
de los árboles todos del huerto".

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Que dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
"Hoy a mí me dijeron hermosa".


                                         Juana de Ibarbourou

viernes, 11 de marzo de 2011

CUENTO CHINO


Cuando Lao Ta murió, hizo el camino hacia la Luz acompañado por un anciano al que recordaba muy bien oero al que no veía desde pequeño: su abuelo Ling Tao.
Primero bajaron al oscuro Infierno. No parecía tan mal sitio: enormes mesas lujosamente decoradas se extendían a lo largo de espléndidos salones, y a su alrededor, elegantemente ataviados, se sentaban los condenados. Pero éstos no tenían tan buen aspecto: delgados, francamente famélicos, demacrados y pálidos, con los labios agrietados... Lao Ta miró interrogante a su abuelo Ling Tao y éste, sin hablar, señaló a las mesas: al lado de cada comensal había un par de palillos, pero éstos tenían una longitud tal que era imposible acceder, con ellos, a los alimentos.
Muy conmovido, Lao Ta pidió a su abuelo que le mostrara el Cielo. En un vuelo atravesaron extrañas luces y nubes de colores desconocidos, cada vez más luminosos, hasta que, tras un tiempo difícil de medir, llegaron a otro lugar muy parecido al primero. También en el Cielo había largas mesas cubiertas de humeantes fuentes y platos, y a su alrededor, también, se sentaban cientos de comensales. Pero aquí no mostraban éstos aquel triste aspecto desolado y hambriento. Lao Ta vio mejillas sonrosadas, ojos brillantes, sonrisas...
Junto a cada comensal había, como en el Infierno, un par de palillos larguísimos. Pero no pasaban hambre: cada uno de ellos utilizaba sus palillos para dar de comer al de enfrente...

miércoles, 9 de marzo de 2011

EL SECRETO DE POLICHINELA



   Un secreto de Polichinela es aquel que todo el mundo conoce y, de puro conocido, pierde el interés hasta que llega el momento en que los recién llegados jamás han  oído hablar de él. El peluquín de Íñigo (¿el qué? ¿de quién?) fue un secreto de Polichinela, aunque justo es reconocer que secretos de ese tipo ¿qué más dan?                                                                                                          
   Mas es muy triste comprobar cómo tantas palabras inmortales, eternas, irrepetibles, también se han convertido en secreto de Polichinela. Quizá no sirva  de mucho revivirlas aquí, pero ¿sabéis?: creo que me basta con que una sola  persona descubra de pronto (como me ocurre a veces a mí gracias a vuestros       blogs) entre miles de páginas al viento, uno de estos poemas, un simple verso que  le llegue, y que necesite repetirlo en voz baja, despacio. Poemas que antes aparecían constantemente en los libros de Lectura obligatorios (¿recordáis Senda, o Caracolito...?) y que todos repetíamos, a veces  calificándolos de             "demasiado poético" o "romántico tirando a cursi", pero que en algún momento, a escondidas, nos arrancaban una lágrima.                                                                 
   El primero, del que quizá sólo recordéis, si acaso, un verso, tiene que ser el de   mi Poeta, el de las golondrinas que volverán... pero no volverán... como el tiempo. 







Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar.
Y otra vez con el ala en los cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... no volverán.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu balcón sus tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas miránbamos temblar
y caer, como lágrimas del día, 
ésas... no volverán.

Volverán del amor, en tus oídos,
las palabras ardientes a sonar.
Tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y ardiente, y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate:
así ¡no te querrán!
  
                                      G. A. Bécquer 

AGUAFUERTE DEL HOMBRE SIN TRABAJO Cristóbal Vega Álvarez

-Mamá, pan...
La noche era un niño
vestido de lágrimas.
La bolsa del pan
de un clavo,colgada.
La mesa, vacía.
La bolsa sin nada.
-Mamá, pan...
El niño, suplica.
La noche, lloraba.
-Que tengo hambre...
La mesa, vacía.
La bolsa del pan
sin pan, olvidada.
El niño tiene hambre
de pan y esperanzas...
La mesa, vacía.
La madre lloraba...
                                            
                                                      Cristóbal Vega Álvarez
                                           Al atardecer de la vida
                                             nos examinaremos del amor.
                                                             S. Juan de la Cruz

lunes, 7 de marzo de 2011





  Hay quien dice que el tiempo pasa; otros piensan que gira, que da vueltas; algunos (más cínicos o más pesimistas) afirman que no es el tiempo, sino nosotros, los que pasamos. ¿Qué más da? Lo que sí sé es que este minuto, éste exactamente, no volveré a vivirlo jamás, aquí, tecleando en el ordenador, abriendo este blog, en mi burbuja de niebla y sueños, como mirándolo todo un poco a través de una ventana recién abierta al amanecer.
   Pero sí espero que haya otros minutos iguales, aunque sé que éste no volverá, y siento la melancolía del recuerdo y la esperanza de una promesa.
   Escribir un blog me parece casi un deber; que alguien lo lea, eso ya... lo dejo a la elección de los que paséis por aquí. Al menos sé que Anais me leerá, como lee todo lo que yo escribo. ¡Por algo es mi hija!
   No tengo mucho que decir, porque me encanta escribir, sí... pero ficción. Inventar, idear, convivir con mis personajes, eso es lo que me hace sentir viva. Pero también necesito muy a menudo compartir algunas palabras escuchadas al azar, citas, estrofas de algunos poemas, versos sueltos, imágenes... esos pequeños descubrimientos que te hacen pensar que no has perdido la vida inmersa en la cómoda rutina de siempre.
   Desde mi burbuja, envuelta en la niebla, quiero abrazar a este mundo virtual en el que tanto me he resistido a entrar.

Contacto

Ana Vega Burgos
anavegaburgos,@hotmail.com